El doble juego que tritura entrenadores en el Madrid: Plantilla vs palco

El doble juego que tritura entrenadores en el Madrid: Plantilla vs palco

En quince años, la tendencia ha sido cambiar de técnico cada vez que existe falta de autoridad o de juego bonito

Con la decisión de Florentino Pérez de cesar de su cargo a Carlo Ancelotti, el presidente echa a su noveno entrenador en doce años de mandato en la casa blanca. Entre 2006 y 2009, fechas en las que Pérez no estuvo al frente del club, hubo otros tres entrenadores más, que no cambiaron, sin embargo, una tendencia clara que viene manifestándose en la entidad desde hace décadas y que resulta muy reconocible a ojos del espectador: Esta tendencia une el estilo de juego del equipo con la autoridad del técnico, y todo esto a su vez con una especie de 'pulso constante' entre las plantillas y la directiva.

 

Entendido como un pulso ficticio pero que parece real, claro está, pues no queremos decir con esto que absolutamente siempre exista mal rollo entre el presidente, los dirigentes y los futbolistas, pero es que la manera en la que oscilan no sólo los distintos preparadores, sino su perfil en el tiempo, refleja a las claras la constante lucha que existe dentro del Real Madrid entre la búsqueda de la excelencia futbolística y la autoridad del entrenador para con la plantilla, algo que parece que no puede conectar en el mismo perfil. O no se encuentra.

 

Hagamos memoria: En los años de mandato de Pérez, han entrenado al Real Madrid: Vicente del Bosque, Carlos Queiroz, José Antonio Camacho, Mariano García Remón, Vanderlei Luxemburgo, Juan Ramón López Caro, Manuel Pellegrini, José Mourinho y Carlo Ancelotti. Todo apunta a que el próximo será Benítez. Si dejamos de contar a Remón y López Caro, entrenadores que se sentaron en el banquillo con campañas empezadas y debido a las circunstancias, se adivina una oscilación casi constante entre técnicos que tratan los vestuarios con mano izquierda y no desean ser protagonistas y aquellos que tienen fama de duros con sus plantillas, tácticos y resultadistas. Los primeros quieren jugar bonito. A los otros les importa algo menos. Sólo una excepción, la transición Del Bosque-Queiroz, muy al principio del primer mandato de Florentino, no confirma (o sí) esta regla. El portugués llegó para "dar un nuevo impulso" (¿les suena?) a una plantilla de Galácticos y fue despedido por falta de autoridad. Entonces pasaron Camacho y Luxemburgo, con García Remón de paréntesis, ambos con fama de autoritarios.

 

Esta tendencia se vislumbra de forma mucho más clara en la segunda etapa de Florentino al frente del Madrid: De Pellegrini, un hombre con buen gusto futbolístico pero acusado de 'blando' pasamos a Mourinho (sobran las explicaciones). Después llegó Ancelotti, que aportó "paz" al vestuario. Y ahora probablemente llegará Benítez, otro con fama de duro. Y si no, Emery o Klopp, opciones igualmente de perfil de equipo con 'sello de entrenador' y no al revés, un conjunto en el que los futbolistas sean más protagonistas que su técnico.

 

El resumen es claro o, al menos, la imagen que se vende al exterior: El Madrid ficha estrellas y todo va bien hasta que la plantilla se duerme en los laureles, embriagada de su propia superioridad. Entonces es necesario fichar a alguien que les reconduzca para que no se 'malcríen', palabra utilizada por Florentino cuando tuvo que abandonar la presidencia en 2006. Cuando la plantilla, una vez reconducida (se supone) se harta de la rigidez del técnico en cuestión, la situación explota y es necesario colocar a alguien con quien el vestuario esté más a gusto. Esto suele concordar con que los entrenadores pacíficos tienen un estilo futbolístico que gusta más al público. Y ahora toca lo contrario. ¿Hasta cuándo? Eso nadie lo sabe.