Desde el vestuario, Independiente recuperó la mística

En el Maracaná, con Nicolás Tagliafico a la cabeza, Independiente se les “plantó” a todos

A comienzos de 2017, Ariel Holan fabricó una máquina del tiempo buscando una rápida conexión entre el pasado y la actualidad. Por eso llamó a Ricardo Pavoni para que visitara al plantel y le hablara del histórico saludo, ese que se convirtió en un sello distintivo de Independiente en las noches coperas de las décadas del ’60 y del ’70. Y si bien los futbolistas -en primera instancia- no se animaron por temor a no estar a la altura, apareció un motivo valedero para perder el temor y ensayarlo: el 20 de abril falleció Roberto Ferreiro, emblema de la institución de Avellaneda, y había que homenajearlo de alguna manera.


En consecuencia, en el siguiente encuentro -ante Arsenal en Sarandí-, el equipo saltó al campo de juego en fila, llegó al mediocampo y aguardó por Nicolás Tagliafico, que tomó la iniciativa al adelantarse unos pasos e iniciar la coreografía de alzar los brazos para saludar hacia los cuatro costados.


Pero lo que empezó como un agasajo al recordado Pipo terminó como un sello distintivo. El Rojo, desde ese momento, cosechó cinco éxitos y tres empates, por lo que lo sostuvo en el tiempo. Lógicamente, la repercusión de esa particular presentación fue diferente en cada condición: de local el Libertadores de América explotó al albergar un rugido ensordecedor cuando Taglia elevó sus manos; de visitante la cuestión fue disímil, ya que el equipo lo utilizó como un gesto desafiante para imponer personalidad y grandeza ante los silbidos rivales.

 

En ese contexto, el pico máximo de emotividad -en la era moderna- llegó en el Maracaná. Nada mejor que ese mítico estadio para buscar la reivindicación de la historia. Y este plantel, comandado por un técnico que lleva al Rojo en la piel, respetó a rajatabla las tradiciones de la institución, se aferró a sus raíces y recuperó la identidad, una palabra que empezaba a borrarse en la parte roja de Avellaneda.