En el FC Barcelona hay decisiones que pesan más por lo que simbolizan que por lo que ocurre en el césped. Una de ellas tiene nombre y apellido: Andreas Christensen. Central elegante, sobrio y fiable cuando está en forma, pero también uno de esos futbolistas que generan una pregunta incómoda en los despachos: ¿merece la pena mantener un salario alto cuando la continuidad nunca está garantizada?
Un central completo… cuando el cuerpo le respeta
Desde la salida de Íñigo Martínez rumbo a Arabia Saudí, la defensa azulgrana sigue buscando una voz que ordene, mande y marque la línea. Eric García está rindiendo a buen nivel, pero no es un líder natural.
Pau Cubarsí apunta a futuro, aunque su juventud aconseja paciencia. En ese contexto, Christensen parecía el perfil ideal para asumir galones.
Futbolísticamente, el danés ofrece mucho. Buena salida de balón, lectura táctica, serenidad en situaciones de riesgo e incluso capacidad para adaptarse al centro del campo, como ya se vio en la recta final de la etapa de Xavi Hernández. El problema nunca ha sido el talento. El problema es el cuerpo.
Las lesiones musculares han marcado su carrera. Siempre cerca de consolidarse como un central de referencia en Europa, siempre frenado por la enfermería. Esa falta de continuidad impide que el club confíe en él a largo plazo, especialmente en un Barça que necesita certezas, no incógnitas.
El dilema de Laporta
El contrato de Christensen finaliza en junio de 2026. A partir de enero podrá negociar libremente con cualquier club. Y ahí es donde aparece la figura de Joan Laporta, atrapado entre dos opciones poco cómodas: renovar para no perderlo gratis o dejarle marchar y liberar una ficha elevada.
El propio jugador transmite calma. En una reciente entrevista aseguró no estar preocupado por su futuro y centrarse únicamente en rendir cuando tiene la oportunidad. Una postura comprensible desde lo personal, pero que no despeja las dudas del club.
Los números tampoco ayudan a disipar el debate. La pasada temporada disputó apenas seis partidos oficiales, poco más de 260 minutos, sin goles ni asistencias. Demasiado poco para un futbolista con uno de los salarios más altos de la defensa. En el Barça actual, cada euro cuenta. Y la sensación interna es clara: Christensen cobra mucho para lo que juega. No por falta de calidad, sino por falta de continuidad. Laporta lo sabe. Y precisamente por eso, no tiene claro qué hacer con él.