Bellingham está harto del niño mimado de Florentino Pérez
Los errores repetidos empiezan a generar tensión dentro del equipo
En el Real Madrid, cuando las cosas se tuercen, no solo se nota en el marcador: también se siente en el campo, en los gestos, en las miradas y en esas conversaciones rápidas que no salen en la tele. Jude Bellingham es un futbolista que vive el partido con intensidad total, y por eso cualquier error repetido le enciende. En las últimas semanas, dentro del entorno madridista se ha instalado una idea incómoda: el inglés estaría perdiendo la paciencia con Raúl Asencio, un jugador al que muchos señalan como “el niño mimado” de Florentino Pérez por la confianza y el foco que recibe.
Asencio, un cúmulo de fallos que desespera
El problema no es que Asencio falle una vez. Eso le pasa a cualquiera. El problema, según esta lectura, es la sensación de que cuando juega aparecen los mismos errores: pérdidas en zonas sensibles, mala toma de decisiones en salida, desajustes de marca y acciones defensivas a destiempo que obligan al equipo a correr hacia atrás. En un Madrid que quiere mandar, esos detalles son dinamita.
Bellingham, que se parte el alma para sostener al equipo, no lo lleva bien. Se le ha visto protestar, pedir más concentración y exigir soluciones inmediatas dentro del campo. No por capricho, sino porque entiende que un fallo atrás cambia todo el guion: obliga a los centrocampistas a recular, rompe el plan de presión y convierte un partido controlado en un intercambio de golpes. Y ahí el Madrid se expone.
El “mimado” y el peso de la etiqueta
Lo más delicado de este caso es el contexto. Cuando un jugador carga con la etiqueta de protegido, el debate deja de ser solo deportivo. Cada minuto que juega se interpreta como un favor, cada error se amplifica y cada decisión del cuerpo técnico se convierte en juicio público. Esa presión, lejos de ayudar, puede hacer que el futbolista juegue con miedo, y el miedo en defensa se paga carísimo.
Bellingham no está enfadado por deporte. Está harto de la sensación de que el equipo se complica por detalles evitables, y de que algunos no responden con la misma fiabilidad que exige el escudo. En un vestuario ganador, la meritocracia es sagrada: juega quien está mejor, quien da seguridad y quien suma.
El Real Madrid puede permitir un mal partido. Lo que no suele perdonar es la repetición de errores. Y si Asencio no corrige rápido, el problema no será solo la crítica de la grada: será la pérdida de confianza de compañeros como Bellingham, que no entienden de etiquetas, solo de rendimiento.