No sería hoy quien soy sin aquel Don Balón

Fabián Ortíz / Subdirector de Don Balón (1987-90)

No sería hoy quien soy sin aquel Don Balón

DON BALÓN no es una marca. Quiero decir que no es una mera marca, ahora que casi cualquier cosa o persona se jacta de tener una. Verbigracia: Cristiano Ronaldo. Quizás haya gente por ahí que se sienta orgullosa de trabajar para una marca, para una empresa representada por un logo y un nombre reconocibles en un ámbito más o menos vasto, pero seguro que de lo que se ufana no es de eso. Para que la marca posea un valor capaz de dejar huella, y de esto saben los publicitarios de hoy y de ayer, debe ser capaz de emocionar, de movilizar lo que trasciende el campo de la mercadotecnia. Hablo de sentimientos humanos.

 

DON BALÓN es para mí un nombre que posee el efecto de un mantra. Así como se dice que a partir de la sílaba sagrada om se desató la creación de un nuevo mundo (y que esto se repite cada vez que alguien en conciencia de Buda la pronuncia), decir DON BALÓN desata en mí recuerdos, vivencias, sentimientos y afectos de manera automática. Me devuelve a 1986, cuando empecé a colaborar con la revista, me trae sonidos de voces amigas, desde el traqueteo de las viejas máquinas de escribir hasta la agitación que siempre supone un día de cierre de edición. Me pone en la senda de viajes en compañía de José Antonio Albert, el responsable de la fotografía de aquellos tiempos. Me sitúa en la mesa del bar Velódromo, para el ritual del desayuno junto a los compañeros de redacción: Juan Pablo Gutiérrez de Quijano, Julián Gómez, Toni Casals, Juan Pedro Martínez y tantos otros. Me trae los rostros jóvenes de Carles De Andrés o de Joan Vehils —hoy todo un par de directores— cuando vinieron a pedir su primera oportunidad de colaborar. Me trae también las diferencias de criterio periodístico, las discusiones, la tensión tan necesaria de un grupo que, aun cohesionado, no tiene por qué pensar de manera monolítica, eso que es fundamental en el ejercicio de esta maltrecha profesión.

 

DON BALÓN, digo como un mantra, y estoy ahí, en la vieja redacción de aquel piso señorial de la avenida Diagonal de Barcelona. No sería quien soy hoy sin aquello, sería otro, quién sabe cómo ni cuánto, que combinación se hubiera producido en mí de no haber obrado su alquimia la vieja escuela de periodistas que fue, y que anhelo fervientemente que vuelva a ser, este DON BALÓN que, ya nada me quitará la convicción, es un Ave Fénix que la vida quiso poner ante mis ojos.

 



 
 Fabián Ortiz
 
Subdirector de Don Balón
 1987-1990