Desmontando a Pep Guardiola: Las mentiras no contadas

Desmontando a Pep Guardiola: Las mentiras no contadas

Biografía no autorizada con las verdades que silencia el pensamiento único que tiene en Pep a su líder espiritual.

Áura es una irradiación luminosa inmaterial que rodea a ciertos seres. A Pep Guardiola, por ejemplo. Más que un futbolista, más que un entrenador y más que un patriota catalán. España le hizo grande en el pasado y espera hacerse grandísimo con Cataluña en el futuro mientras agota su presente en Alemania, en donde se ha ganado a muchos más detractores que defensores al tiempo que su cuenta corriente no deja de crecer.


"¿No quieres a Molby? Pues toma Guardiola"

Pep Guardiola fue un futbolista normalito, del montón. Su gran virtud fue estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Johan Cruyff, entrenador del Barcelona, pidió en 1990 a Josep Lluís Núñez, entonces presidente, el fichaje del danés Jan Molby para cubrir la contingencia de la grave lesión de Ronald Koeman. Núñez le dijo que sólo le ficharía si le firmaba en un papel que el Barça ganaría la Liga con él. Cruyff se enfadó, amenazó al presidente con la cantera y recurrió al primero que pasaba por allí, un jugador flacucho del filial que atendía al nombre de Pep Guardiola. "¿No quieres a Molby? Pues toma Guardiola", pareció decirle el técnico a su presidente.

 

Un jugador normalito: 13 goles en 385 partidos

Y así nació la leyenda Guardiola, como arma arrojadiza contra Núñez de los que luego serían los suyos. Pero él es listo y supo ser algo más que eso. Sin físico, sin velocidad, sin regate y sin disparo, su innegable inteligencia le permitió no sólo mantenerse en la elite sino que incluso llegó a destacar. Su juego apenas era de intermediario y nada decisivo. El central le pasaba la pelota a él, y él, al primer toque, se la daba al centrocampista que tuviera más cerca. Y así hizo fortuna en el fútbol. Leyendo los partidos y marcando el ritmo. Así lo definieron los suyos para proporcionar más glamour a su cometido. En sus once años de azulgrana marcó 13 goles en 385 partidos. Para hacernos una idea, Xavi logró en el doble de partidos 85 goles moviéndose en una posición parecida. Es un ejemplo.

 

Xavi, la primera víctima de su entorno

Xavi precisamente fue su primera víctima. Su entorno mediático amigo y fiel, bien aleccionado, se encargó de obstaculizar el ascenso de Xavi a los altares. Aquel chaval amenazaba al "divino" Guardiola y eso no podía consentirse. Y Guardiola, amigo de sus amigos periodistas, se encargó de que fueran otros quienes se mojaran a su favor sin necesidad de ensuciarse las manos. Para eso siempre han estado los demás. No hubo debate y Xavi tuvo que esperar a que desapareciera Pep del Barça para ganarse el aprecio del incondicional entorno periodístico amigo, el de los Lu Martín, Ramon Besa, Marcos López, David Torras, Jordi Basté, Xavi Torres o Santi Padró.

 

Así nació el odio visceral que le tiene Mourinho

A Guardiola le fueron las cosas muy bien mientras Johan Cruyff fue su entrenador. Pero el "Maestro" fue cesado y él no movió un dedo para defenderle. Allí quedó para preservar el buen uso de su herencia. Por eso, cuando llegó al Barça Bobby Robson, acompañado de Jose Mourinho en el papel de escudero, Pep le paró los pies echando mano del poder que emanaba de quien era más que un jugador. El Barça no podía jugar con cuatro centrales, cuatro delanteros y dos mediocentros. Eso no era el Barça de Cruyff, no era su Barça. Y él estaba ahí con la misión celestial de impedirlo.  Ahí nació el odio visceral que le tiene Mourinho, que vio en aquel chico con ínfulas de jefe un obstáculo para que Robson pudiera hacer su trabajo en paz. Y lo de siempre, campaña de los amigos de la prensa contra Robson, a quien consideraron un okupa del banquillo que parecía propiedad de Johan Cruyff. Hasta que se lo cargaron.

 

El jugador que manda más que el entrenador

Cuentan los que lo vivieron que en un inolvidable Barça-Atlético de Madrid de Copa que perdía el Barça en la primera parte por 0-3 en el Camp Nou, Guardiola tomó el mando de la nave en el descanso, desautorizando a Robson, eligiendo los cambios y decidiendo cómo había que jugar la segunda parte. El Barça realizó una remontada histórica con Ronaldo, Figo y Pizzi. Pero ese día se ganó el rencor eterno de Mourinho, que no podía creer lo que estaba viendo.

 

Huyó del Barça preocupándose de que no viera un euro por él

Luego vino Louis Van Gaal, que también se cansó de tener que dar explicaciones de todas sus decisiones a Guardiola. Y la prensa amiga de Pep se encargó de echar al controvertido técnico holandés del Barça con una campaña ignominiosa. Y un buen día Pep decidió que el Barça se le había quedado pequeño, que necesitaba conocer nuevas culturas y probar nuevas experiencias. Joan Gaspart llegó a ofrecerle un cheque en blanco, pero nunca aceptó sentarse a negociar. Prefirió esperar a que finalizara su contrato para marcharse libre y sin que el Barça viera un euro por él. "Ahí os quedáis".

 

Los grandes pasan de él y acaba en un modesto de medio pelo

Una vez tomada la decisión de marchar, la prensa amiga intentó colocarle en media Europa. Un día se iba al Manchester United, al día siguiente al Bayern Múnich, luego era la Juve quien le quería y también el Milan y el Inter. Pero a la hora de la verdad ningún grande se interesó por él. De hecho su cotización como futbolista era muy de andar por casa. Muy querido entre los suyos. Poco apreciado fuera. Durante sus once años de blaugrana jamás obtuvo el reconocimiento internacional a través de las votaciones del Balón de Oro. Sencillamente, no estaba entre los mejores, aunque en casa siempre estuviera bien arropado. Quizá por eso acabó en el Brescia, el equivalente al Valladolid de Italia. Ni siquiera la carta de libertad le convirtió en presa golosa para los grandes.

 

El doping y la insolencia de periodistas independendientes

En Brescia vivió el turbio asunto de la acusación por doping del que con el paso de los años fue absuelto. En la rueda de prensa para dar explicaciones sobre el tema dijo en su descargo que lo que había ingerido era el equivalente a un zumo de naranja. Un irrespetuoso periodista italiano le respondió: "¿Y por qué no te tomaste entonces un zumo de naranja?". Nadie en Barcelona se habría atrevido a hablarle así a Pep. Lejos de casa Guardiola había perdido el control de la situación. Los periodistas ya no eran suyos y ya no tenía el tratamiento de "honorable". Sólo era un mercenario más en busca de fortuna en el fútbol italiano. Sin el áura de símbolo que disfrutaba en Barcelona, en su casa. Se fue a la Roma cedido y Capello lo devolvió en diciembre al Brescia. Fichaba al glamouroso jugador del Barça, pero lo que veía en el día a día de los entrenamientos poco tenía que ver con un crack. También a él le habían engañado.

 

Embajador de Qatar y amigo de los anti-Qatar

Y de ahí al Al- Ahli Doha de Qatar para quemar sus últimos cartuchos y sacarle rendimiento económico al fútbol antes del punto y final en el Dorados de Sinaloa mexicano, en donde también compraron un nombre a precio de crack. De los últimos coletazos de Pep Guardiola en el mundo del fútbol llama la atención su predisposición a colaborar con el régimen de Doha que tanto han criticado sus amigos laportistas, los mismos que no admiten Qatar en la camiseta del Barça, pero entienden perfectamente que el "amigo Pep" pueda tontear con un régimen que ellos consideran lo peor de lo peor. Guardiola no solo jugó en Qatar, sino que se convirtió en embajador de la candidatura ganadora para organizar el Mundial 2022. Y ni a Laporta ni a nadie se le ha ocurrido echárselo en cara. También en eso está por encima del bien y del mal.

 

Intentó colocar a Lillo como entrenador del Barça

Pep se había retirado del fútbol cuando afrontó sus últimos tres años de carrera en Qatar y México. En 2003 se presentó con el candidato Lluís Bassat a las elecciones del FC Barcelona en la condición de director deportivo de la candidatura y enfrentándose a sus amigos, Joan Laporta y los suyos, que acabarían derrotándole en las urnas. Su apuesta fue presentar a Juan Manuel Lillo como candidato al banquillo del Barça si él ganaba las elecciones.  Pero el socio le dio la espalda. Quizá pasándole factura por su deseo de conocer nuevas culturas dejando abandonado el Barça. Pensó entonces que para jugar en Qatar y México aún tenía cuerda y alargó tres años más su carrera. Pep igual estaba para dirigir desde un despacho que para seguir dándole al balón y embaucando a qatarís y mexicanos.

 

Sus referentes y sus amigos de nivel

Finalmente, a los 35 años, puso punto y final a su trayectoria como futbolista y volvió a casa para reunirse con los suyos, con sus amigos de nivel, esos amigos que visten y hacen quedar bien: Mónica Terribas, David Trueba, Ariadna Gil, Javier Cercas, Xavier Sala i Martín, Fermi Puig... Son los amigos del Guardiola que lee, que se preocupa, que opina y que razona. Del Guardiola que sintoniza la onda de Lluis Llach, de Marti i Pol y de Toni Miró, cada uno en lo suyo. Un Guardiola que trasciende de lo deportivo, vulgar a fin de cuentas, para subir un escalón dentro de la intelectualidad. Y aprovecha también para retomar la amistad con sus viejos amigos periodistas. Uno en cada medio. Y ese uno fiel, muy fiel.

En ese clan de amigos también tenía su espacio Tito Vilanova, viejo compañero de fatigas en La Masía. Le llamó para ser su segundo en Tercera División al frente del filial. Mas que amigos eran hermanos. Ascendieron al Barça B a Segunda A y Joan Laporta les dio el mando del primer equipo. Juntos vivieron cuatro años extraordinarios de títulos, buen juego y, sobre todo, buena imagen del club. Lo ganaron absolutamente todo juntos. Pep daba la cara, era el líder de aquel grupo. Tito era el entrenador, el que decidía los cambios, el que planificaba la táctica. Pero Pep decidió irse. Aquella plantilla le superaba y veía venir los problemas. Ya no se sentía con fuerza para para liderar el grupo y hacer limpieza como al principio, cuando se sacó de encima a Ronaldinho, Deco y Eto´o. Prefirió echarse a un lado consciente de que ponía en peligro su leyenda y que el futuro no podía mejorar el pasado, solo empeorarlo.

 

Se siente traicionado por Tito Vilanova

Y decidió irse del Barça con la cabeza puesta en el Manchester United, que, atento a la jugada, le propuso ser el sucesor de Sir Alex Ferguson. Pep ya habia empezado a estudiar el tema cuando Tito le dijo que no se iba con él, que Rosell le había ofrecido dirigir al primer equipo del Barça y que se quedaba. Pep no se lo esperaba. Contaba con Tito en Old Trafford como segundo. Primer trauma. El segundo llegó cuando Andoni Zubizarreta anunció en su rueda de prensa de despedida que ya tenían a su sustituto. Vino a ser un "a rey muerto, rey puesto" que sentó fatal a Pep, tan amigo de cuidar las formas. Nunca se lo perdonó a Rosell, con quien había mantenido una relación discrepante. Y dejó al Barça tirado como ya había hecho una vez como futbolista. La diferencia es que en esta ocasión se quedaba Tito y con él el espíritu que había impulsado al mejor Barça de la historia a conseguir sus éxitos más sonados.

 

Alta tensión entre mujeres en la Quinta Avenida

Pep optó por poner tierra de por medio. Descartó la oferta del United y se llevó a la familia a Nueva York para disfrutar de un año sabático en un lujoso ático de la zona más selecta de la Gran Manzana con vistas a Central Park. Y el destino quiso que apareciera por allí Tito después de recaer de su enfermedad. Tito pasó en Nueva York más de 60 días repartidos en dos periodos y Pep ni se dignó a acercarse e interesarse por él, consciente cómo era de su grave enfermedad. No le había perdonado que no le siguiera a Manchester. La tensión estalló cuando Montse Chaure, la mujer de Tito, se cruzó con Cristina Serra, la entonces pareja de Pep, tiendeando por la Quinta Avenida. Montse no pudo contenerse y le soltó a Cristina toda la rabia contenida que llevaba dentro en una escena muy desagradable en plena vía pública. Necesitaba exteriorizarlo y lo hizo. Los Vilanova nunca esperaron de Pep ese desprecio y nunca se lo perdonaron. Cuando Tito se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Barcelona, Montse le cerró la puerta de la habitación a Pep, y tampoco le dejó asistir al funeral íntimo al que sólo tuvieron acceso los más allegados. Pep había dejado de ser íntimo y allegado. Pep había cambiado. Y ese Pep había dejado de gustar a los que siempre fueron sus amigos de verdad.

 

Beckenbauer no es Cruyff

En esas fechas Pep recibió en Nueva York la visita de Uli Hoeness, entonces director ejecutivo del Bayern Múnich, ahora preso común en la cárcel, y le convenció para fichar por el club bávaro. Y allí se fue, esta vez a un grande, a vivir una nueva experiencia que nació con un pecado original. Pep cogió a un equipo, dirigido por Jupp Heynckes, campeón de Liga, Copa y Champions League. Fue un error de cálculo. Mejor que su antecesor no lo podía hacer. Sólo podía empeorar y, como mucho, igualar, los éxitos de Heynckes. Y, como estaba previsto, los empeoró. Alemania entera le restriega por la cara que en sus dos primeros años ha sido incapaz de ganar la Champions League. Y, además, cayendo ante el Real Madrid y ante el Barcelona. El orgullo alemán está herido y le han surgido a Pep voces críticas por todas partes. Ese entorno dócil que tenía dominado en Barcelona controlando todas las piezas del puzzle mediático, en Alemania se le ha puesto en contra. Si en Barcelona tiene a Johan Cruyff apoyándole, en Alemania se encuentra Beckenbuaer dispuesto a apuñalarle. Y Stefan Effemberg, y Oliver Khan, y Lothar Mathaus. El entorno le es hostil y le están pidiendo que se vaya. Especialmente desde el día que le vieron en el Camp Nou espiando al Barça y disfrutando como un forofo con el juego de Leo Messi. "¿Ese es nuestro entrenador?", se preguntaron.

 

El tiki taka no le funciona en Alemania

No soportan que un español vaya a Alemania a darles lecciones de fútbol. A Alemania, actual campeona del mundo. Y no le perdonan que intente hacer del Bayern Múnich un nuevo Barcelona porque allí no quieren que su equipo juegue como el Barcelona. Y se rebotan cada vez que ven aparecer un nuevo fichaje español. Empiezan a estar hartos de Guardiola porque, al margen de que los títulos europeos no llegan, está desgermanizando al Bayern y privándole de sus raices con un juego que nada tiene que ver con la tradición alemana. El tiki taka allí no gusta, pero a Pep le da igual. Es su sello y quiere imponerlo a toda costa. Acaba contrato el próximo 30 de junio y cualquier cosa es posible. Desde que siga, hasta que fiche por el Manchester City o que vuelva a Barcelona o se tome otro año sabático.

 

Está llamado a presidir el Barça

Joan Laporta se presentó a las elecciones a la presidencia del FC Barcelona del pasado mes de julio con dos cartas ganadoras: Johan Cruyff y Pep Guardiola. El primero le respondió hasta el final. Pero Pep le dejó tirado. Su amigo Jan esperaba un guiño, un gesto, un signo de complicidad. Cero. No quiso involucrarse en las elecciones y ganó el que menos deseaba él que ganara. Quienes le conocen bien aseguran que Pep no se mojó por Laporta porque en este momento no tenía nada que ganar con su pronunciamiento. Otra cosa será cuando desligado del Bayern y sin nuevas ataduras profesionales decida afrontar el gran reto que se ha marcado. Abordar la presidencia del FC Barcelona. Apoyos le sobran para cumplir su sueño. Ahí estará su grupo de presión para protegerle, con Jaume Roures a la cabeza, el mismo que da trabajo a su hermano, con los restos del laportismo dispuestos a echarle una mano y con toda la artillería pesada del Ómnium Cultural y la Asamblea Nacional de Catalunya. De ambas es socio. Puede responder sobradamente con su patrimonio a la exigencia del aval. Pero no será necesario, ya le sabrán buscar compañeros de viaje dispuestos a poner la pasta para que él pueda presidir sin preocuparse de ese tipo de menudencias.

 

Catalán universal

Cuando Pep Guardiola vuelva para presidir al Barça, lo hará como catalán universal, como orgullo de un pueblo al que se ha ganado proclamando su vocación independentista mientras ha puesto la mano para defender la camiseta de España en todas sus categorías. Cierto que no existía la posibilidad de acudir a un Mundial con la selección catalana, pero otros, como Oleguer Presas, supieron ser consecuentes con sus ideas y renunciar a España por no considerarla como propio. Guardiola no tuvo el valor de dar ese paso, de renunciar a su españolidad y apostar por la catalanidad. Y ahora quiere recuperar el tiempo perdido apuntándose el ultimo en la lista indeoendentista de "Juntos por el sí". Ahí está, pero el último, con la seguridad de que no saldrá. Nada es casual en sus actos.

Y desde Alemania va enviando mensajes cifrados de apoyo al movimiento secesionista catalán. "Mi país es Cataluña", "jugué con España porque Cataluña no podía disputar competiciones internacionales", "estamos en un pequeño país llamado Cataluña y pintamos poco"... Mensajes populistas de quien un día dijo: "si nos levantamos bien temprano, bien temprano, somos un pueblo imparable". Y en eso está. Jugando, como siempre, con la ambigüedad. Con el Barça, con Cataluña, con España, con sus amigos y con el fútbol. Un personaje con áura.