El gran reto de Rafa Benítez para no quemar a la grada del Bernabéu

El nuevo Real Madrid ha conseguido lo que quería el entrenador: Defender mejor. Pero ahora debe resolver otros problemas

El gran reto de Rafa Benítez para no quemar a la grada del Bernabéu

"El Real Madrid debe ganar siempre y jugando un fútbol espectacular". Esta frase la pronunció Carlo Ancelotti el día de su presentación como técnico blanco, en el palco de honor del Santiago Bernabéu junto a Florentino Pérez. Se trataba de una declaración de intenciones ambiciosa pero también necesaria en aquel momento. El club venía de tres temporadas con Jose Mourinho, un entrenador que, al margen de las polémicas, había implantado un sistema de juego y un estilo que no dejaba mucho lugar para la improvisación o las florituras. Para algunos extremadamente defensivo y para otros simplemente rácano, el portugués tuvo que defender su idea de fútbol siempre desde la justificación de que el orden táctico era la manera más corta para cumplir los objetivos de títulos marcados por la entidad.

 

Pero esos títulos llegaron con cuentagotas y en tres años, una Liga, una Copa y una Supercopa no fueron suficientes como para aguantar al luso en el banquillo, especialmente tras las polémicas vividas durante su última etapa en el Madrid. Como todo técnico merengue Mourinho sufrió un progresivo desgaste que fue mayor cada vez que el equipo no conseguía ganar cosas, y además las perdía con planteamientos que aburrían a buena parte de la grada. Por eso era necesario el cambio con Ancelotti. Como tantas otras veces en la historia del Real Madrid, después de una etapa en la que se priorizaron los resultados por encima del juego tocaba darle la vuelta a la tortilla.

 

Ese continuo vaivén entre juego y resultados ha sido siempre constante en las últimas décadas en la casa blanca: De Valdano a Capello, del italiano a Schuster casi diez años después o de Del Bosque a Queiroz, el Madrid siempre se ha movido entre la necesidad (siempre prioritaria) de ganar como sea pero también de divertir al aficionado, porque conseguir títulos aburriendo es una situación que sólo se aguanta durante un tiempo, especialmente en el Bernabéu. En mayor o menor medida. Capello nunca ha durado más de una temporada en el club, otros lo hicieron menos. Mou, a medio camino entre el estilo ultradefensivo del italiano y un modelo más basado en la presión activa, duró tres campañas.

 

Ahora le toca a Benítez lidiar con esa balanza. Tiene tiempo, pero no todo el del mundo. Heredó un equipo desgastado por sus escasos recursos fuera del once titular y algo roto después de dos temporadas en las que se alternaron meses de un fútbol delicioso con partidos en los que los errores defensivos fueron notorios a costa de contentar casi siempre a los atacantes. Lo primero que se ha empeñado en hacer ha sido arreglar esos desajustes, recuperar la importancia de lo táctico e imponer un sistema de rotaciones con un fondo de armario importante, en el que todos se sientan válidos y metidos en el proyecto: Casemiro, Danilo, Lucas Vázquez, Cheryshev, Jesé... son nombres que hace sólo tres o cuatro meses o no estaban en el club, o no sumanan prácticamente nada.

 

De momento, todas las crónicas, comentarios y análisis coinciden en señalar que está consiguiendo crear una plantilla concienciada en lo que a él le gusta: Trabajo, esfuerzo y orden. Ha logrado hacer funcionar al Real Madrid como un bloque en colocación y en la defensa estática, con momentos cada vez mejores en la presión. Sin embargo, en su primer duelo realmente importante ante el Bayern se evidenció que todavía queda mucho por hacer en otros aspectos: La posesión fue escasa y el juego de ataque pobre; el equipo de Guardiola tuvo más la iniciativa y dominó, pese a que no generó excesivas ocasiones. Pero la sensación es que, de momento, este Madrid espera más que plantea y defiende más que ataca. Es solvente y ordenado, adjetivos que no casan bien con atributos encaminados a divertir al espectador.

 

Ese es el gran reto de Benítez. Evolucionar hacia un estilo que mantenga el orden que quiere pero intentando jugar de forma más alegre y divertida para luchar contra los bostezos. Seguramente al aficionado blanco se le ha escapado más de uno o de dos esta pretemporada, momento del año en el que todo vale. Pero con el paso de los meses, ni todas las victorias del mundo servirán para hacer que una grada tan exigente en cuanto a espectáculo como la del Bernabéu no le exija a su equipo hacer algo más que ganar partidos y defender bien. Y no digamos si no se cumple la primera de estas dos cosas. Experiencia no le falta a un técnico al que, por otro lado, le persigue precisamente esa acusación de defensivo que siempre niega. Desde luego tiene elementos en su plantilla para modificar la percepción de los analistas.