Los desplantes que parte del madridismo no perdona a Del Bosque
Desde su designación en el verano de 2008, el seleccionador nacional ha ido alejándose del que fue el club de toda su vida
Ya en sus mejores tiempos como técnico del Real Madrid, Vicente del Bosque nunca tuvo, deportivamente, el cariño y el respaldo de absolutamente toda la afición. Casi ningún entrenador la tiene, ese no es el problema. Probablemente sí lo ha acabado siendo la imagen que en aquellos días se vendió, en parte de forma acertada, de un preparador de perfil pacifista con su vestuario y ciertamente permisivo en muchos aspectos de la disciplina diaria de los futbolistas. Al menos, más que otros. Menos preocupado que muchos por formalismos y rectitudes tácticas. Sus dos Copas de Europa y sus dos Ligas, entre otros títulos, no bastaban para contentar a todo el mundo. El madridismo es el público más exigente porque así lo demanda el estatus del club.
Así fue como, tras una etapa con más luces que sombras en cuanto a trofeos pero con un progresivo desgaste diario debido a la fama de un vestuario lleno de 'Galácticos', el presidente del Real Madrid decidió que la fórmula Del Bosque se agotaba y que era necesario agitar a la plantilla con alguien menos condescendiente. El resto de la historia es bien conocida. Del Bosque se marchó del Madrid tras décadas de dedicación diaria y personal, con la sensación de que en su casa apenas le habían agradecido toda una vida de trabajo. El Madrid pasó a otras guerras, hubo crisis, despidos de entrenadores y bailes de presidentes. Algunos, pese a todo, se alegraron de que Del Bosque se marchase "porque tenía a los jugadores acomodados", algo cuanto menos discutible teniendo en cuenta los éxitos que habían conseguido bajo su dirección y los que esos mismos futbolistas lograron después de su marcha. Un debate de nunca acabar. Y en 2008, el salmantino heredó la difícil papeleta de continuar con el éxito histórico de una selección española que nunca había estado en posición de intentar pelear por ganar una Copa del Mundo tras proclamarse campeona de Europa.
La Federación escogió a Del Bosque para sustituir a Luis Aragonés porque era un tipo que no cambiaba lo que funcionaba. Práctico, cercano con los futbolistas, poco entrometido pero comprensivo y paternal. Representaba una línea continuista de lo que estaba bien hecho, justo aquello por lo que había salido del Real Madrid cinco años antes. Bajo su mando la Roja conquistó su primer Mundial y una Eurocopa más, y entonces Vicente encontró el reconocimiento y el cariño de toda la España que se lo había negado o, por lo menos, no se había fijado en sus virtudes al ser una España 'no madridista' y, por tanto, reticente a reconocer méritos del equipo más amado y odiado del país al mismo tiempo.
Paradójicamente, desde entonces, buena parte del madridismo ha ido variando su concepción sobre Vidente del Bosque. El que ya no le tragaba en su etapa de blanco no ha tenido que hacerlo, si acaso agravar esa animadversión por el seleccionador. Quizá movido por un pensamiento de precaución precisamente por sus orígenes, Del Bosque se empeñó en hacerle más guiños públicos al Barcelona con respecto al Madrid desde que se sentó en el banquillo de la selección. Probablemente pensó que así nadie dudaría de que obraría en beneficio de todos, no sólo de su antiguo club. El detalle es que muchos siempre pensaron todo lo contrario. No le ayudaron sus muchos y reincidentes episodios en los que sacó la cara por el núcleo culé de la Roja en las épocas de Mourinho, al que llegó a ningunear, harto de sus ataques "lo que dice son cosas de niños". Tampoco su posicionamiento, lógico y necesario a favor de Iker Casillas cuando el capitán estuvo en el ojo del huracán.
Ahora defiende a Gerard Piqué y no levanta la voz cuando siempre ha sido un adalid de la defensa de los valores del deporte y la imagen que los jugadores deben proyectar hacia el exterior. Muchos se lo recriminan. Quizá se equivoca en este caso. Es posible que, por una vez, un futbolista del Barça merezca una reprimenda. Pasarse tanto en un sentido como en otro no es bueno, pero tampoco creerse a pies juntillas que el seleccionador es un hombre que vive rencoroso con el que fue el club de toda su vida y con su presidente porque le echaron de mala manera hace doce años. Extremos manidos, como casi todo en el fútbol de hoy en día, que perjudican el ambiente diario de la selección. Un equipo que lo que menos necesita a día de hoy es división, justo lo que la caracterizó durante muchos años.