Lo que no se cuenta de la relación de Benítez con el vestuario del Madrid
La plantilla ser articula en torno a dos grandes líderes que desactiva el binómio Rafa/Florentino
Sergio Ramos es el capo. La sociedad establecida en el vestuario entre Sergio Ramos y Carlo Ancelotti ha dejado posos que Rafa Benítez no está pudiendo limpiar ni con lejía. El de Camas es el amo del vestuario junto a Cristiano Ronaldo, con el que forman un dúo de poder en la plantilla tras la marcha de Iker Casillas, en la que está ganando galones James y en el que Gareth Bale sigue desplazado en un rincón: se relaciona únicamente con Luka Modrid.
Ramos se ha pasado meses lanzando puyitas a Florentino Pérez -enfrentado a él por su renovación- enalteciendo la labor de Carletto con quien han hecho y deshecho a sus anchas. La complicidad del entrenador con el segundo capitán del Madrid ha convertido a Ramos en el máximo jerarca del grupo. A sus 29 años el jugador sevillano es el hombre influyente que siempre quiso ser en el Real, la renovación a la carta le ha dado más galones y el grupo le sigue a pie juntillas.
El técnico italiano le dio el mando en su última etapa en el Real. Un estatus que está ejerciendo con la llegada de Benítez: Ramos ha adquirido el poder de los imprescindibles. Ha tomado decisiones que han afectado al equipo en el once. Corta y reparte. Su ascendencia con el grupo es absoluta. Y nadie le tose.
Los dos 'capos' de la cuadrilla –Ramos y Ronaldo con sus acólitos Marcelo, James, Pepe, Benzema, Arbeloa y los españoles- lideraron una rebelión interna contra las primeras decisiones del entrenador madrileño que puso rapidamente a Rafa y Florentino en aviso: al grupo no le gustó un pelo el papel de Benítez con al salida, a empujones, de Iker Casillas, como tampoco sonrió con el doble juego –presidente/vestuario- en la renovación de Ramos, haberse entregado a Gareth Bale por delante de CR7 solo llegar o las decisiones en la alineación en el estreno del Real en Liga: Sergio Ramos mantuvo un aparte después del partido ante el Sporting en el que le ‘aconsejó’ cambios –la participación de James y mimar a CR7 en el campo por delante de Bale. Que Kovacic, con dos entrenos en el Madrid, pasara por delante de jugadores con más horas de vuelo en el equipo, tampoco gustó un pelo- para el bien de todos.
Y es que en el vestuario existe el convencimiento de la falta de independencia de Rafa Benítez al que además achacan falta de pedigrí –en concreto Ronaldo- para ser técnico del Madrid: el método Benítez –que no fraguó en Chelsea, Inter, Nápoles- no convence al grupo que se queja de que el madrileño ha robotizado los entrenamientos hasta el punto de programar todo –con su famoso software- en el Madrid. No hay lugar a la improvisación. Su comunicación con la plantilla es escasa. Y las distancias con el vestuario son mucho más marcadas que con Ancelotti.
Carletto, por el contrario, logró los éxitos desde el diálogo, la comunicación y el entendimiento con el otro. Una manera de ser que está impregnada en el vestuario, pero que levantó ampollas en el palco donde se habló de falta de ‘mano dura’ de su antecesor, Mourinho. "Le falta insuflar la mala leche al equipo que tenía 'Mou'", afirmaba un mimbro de la ejecutiva blanca a este medio el pasado curso.
Una forma de proceder, la de Ancelotti, que hartó al presidente y que, ahora, se quería cambiar con la llegada de Rafa.
Las órdenes del presidente para el Madrid del nuevo impulso fueron precisas: bajar los humos a los Ramos y compañía. Se terminaron los privilegios. El querer ser más que el propio club. El Madrid está por encima de todos y cada uno del vestuario y el que no entienda algo así, estará en la calle. La tan nombrada ‘mano dura’ debía marcar el inicio y el final de la era Benítez. Pero llegó la gira, los primeros rifirrafes con CR7, el posicionamiento del grupo a favor de Ronaldo, el vacío a Gareth Bale, el empate ante el Sporting, los ‘consejos’ de Sergio Ramos a Rafa, y pronto quedó claro quien manda aquí.
El experimento duró algo más de un mes. “No era tanto como parecía”, afirma una fuente del vestuario refiriéndose a la supuesta dureza de Benítez. Lo que parece claro es que si lo fue, ya no lo es.