Escándalo mayúsculo: el crack al que Messi ha prohibido poner de titular a Valverde
Leo no quiere compartir campo con un 'pufo'
Lamentable imagen la que ofreció el Barça en el nuevo San Mamés. Los de Valverde salieron sin ganas y fueron inferiores en muchos tramos del partido al Athletic de Garitano, un equipo que pelea por eludir el descenso.
Tras el empate a cero, el Real Madrid se sitúa a solo seis puntos, con un Clásico a la vuelta de la esquina, el tres de marzo, y en el Santiago Bernabéu. Cuidado.
Parece mentira que una liga en la que se daba por muerto al cuadro blanco, en muchos tramos de la competición estaban fuera de puestos europeos, ahora se tenga que pelear hasta el último momento.
La plantilla azulgrana no duda ni un segundo en señalar al responsable de dicha hecatombe. Tras tres empates consecutivos, el culpable está claro, Ernesto Valverde.
Sin embargo, los pesos pesados saben que los jugadores son los que deciden un partido y también buscan víctimas en el terreno de juego. Por ejemplo, Arturo Vidal.
No es ningún secreto que el chileno no acaba de gustar en el vestuario. Desde su llegada, Arturo no ha conseguido adaptarse ni al juego del equipo ni en el ámbito personal.
Su carácter polémico y agresivo no gusta ni un pelo a los Piqué, Messi, Rakitic y compañía. Sus continuos desplantes y sus constantes quejas sobre su suplencia nada más aterrizar en Barcelona ya le costaron una bronca. Desde la directiva, mostraron un gran descontento con su profesionalidad.
Sin embargo, Vidal dio un paso adelante y, a base de trabajo y esfuerzo, consiguió tener más minutos y ganarse la titularidad. Pero, de nuevo, el ex del Bayern de Múnich ha vuelto a las andadas.
El ‘22’ vuelve a ser ese jugador lento y perdido que era al principio, como demostró ayer en Bilbao, donde fue el peor del equipo. Arthur le ha ganado el puesto y eso parece que no le ha hecho ni pizca de gracia.
Messi lo tiene claro. Con él en el once, es imposible ganar una Champions. Se le valora como un buen recambio de Busquets y como un ‘cerrojo’ cuando el resultado es ajustado y quedan pocos minutos, gracias a su contundencia y agresividad.
Pero de titular, nunca.