El cisma inevitable entre Benítez y el madridismo, un problema que crece

Cinco meses después de ser contratado el técnico vive su primera gran noche de pitos en el Bernabéu. Escudarse en el resultado no le valdrá

El cisma inevitable entre Benítez y el madridismo, un problema que crece

Rafa Benítez se enfrentó en la noche del PSG en el Bernabéu al que era, es y será siempre su máximo reto al frente del banquillo del Real Madrid: Gustar al madridismo de forma generalizada. Ningún entrenador logró casi nunca el beneplácito unánime de la grada o, al menos, de buena parte del aficionado blanco. Ni siquiera Mourinho, que en sus inicios era venerado por la inmensidad del estadio pero atizado en pequeños sectores que luego fueron creciendo, o técnicos como Del Bosque, Capello o Ancelotti. El problema es que el madrileño ha llegado ya cuestionado.

 

Porque Benítez no fue nunca un entrenador excesivamente bien considerado en las muchas encuestas que, temporada tras temporada preguntan a los madridistas si le veían como técnico del primer equipo; tampoco estaba entre los favoritos del público para suceder a un Carletto cuya oposición era importante, pero más aún lo eran sus adeptos, esos mismos que hoy echan de menos su apuesta por un fútbol distinto al de Rafa. Y es que el actual dirigente del banquillo merengue pertenece a esa escuela que, de un modo u otro, tiene sus días contados desde que aterriza en el club. Como Capello, un excelente estratega pero excesivamente defensivo que logró dos Ligas en dos temporadas y después tuvo que marcharse, probablemente gane trofeos pero aburrirá al respetable hasta hartarlo en el camino para conseguirlos. Llegará a la meta, pero extenuado y herido de muerte.

 

Lo hará, al menos, salvo que luche por cambiar una imagen. Primero la del equipo en noches como la de este martes, superado ampliamente en físico y en juego por un PSG que no ganó en el Bernabéu por poco; seguidamente la suya propia, ya que por mucho que a él le fastidie llegó como un entrenador defensivo y hasta ahora no ha podido demostrar lo contrario. Ver a los once jugadores blancos metidos en su propio campo esperando a un rival que manejaba la pelota a su antojo no es el mejor de los ejemplos para cambiar este pensamiento.

 

Lo peor para él es que, después, al llegar a la sala de prensa, practica el discurso que peor le sienta a gran parte del Bernabéu. No a todo, por supuesto, porque jamás habrá unanimidad entre la afición más exigente, selecta y variada del planeta, pero sí a un sector importante: "¿Pitos? Lo importante es que ganamos y estamos clasificados, con cero goles en contra". Benítez aún no ha comprendido que al aficionado no le basta con ganar, reclama más. No le gusta irse a casa con la sensación de no haber sido protagonista, de que su equipo no haya decidido cómo juegan los demás en función de su fortaleza. Le gusta ver goles y esfuerzo, divertirse. Incluso preferirá ganar 5-3 a 1-0 aunque le metan tres goles, y pese a que después también lo critique. Este martes, por primera vez, el Bernabéu pitó al técnico. Pitó a sus jugadores y pitó los cambios. No será la última.