Ni diez goles pueden reconciliar al Bernabéu con Benítez (y él lo sabe)

Ni diez goles pueden reconciliar al Bernabéu con Benítez (y él lo sabe)

El técnico vivió uno de los partidos más extraños de su carrera como entrenador

Si uno analiza con la mente fría lo que sucedió sobre el césped del Santiago Bernabéu en la tarde de este domuingo, saldrá un resumen más que sencillo sobre lo acontecido y que fuera puramente futbolístico: Un equipo modesto (esperemos que nadie se moleste por la definición) que, al verse empatado y con dos futbolistas menos en casa del Real Madrid con una hora de partido por delante, no puede aguantar el vendaval del rival y acaba encajando una goleada histórica. Con menos, el Granada (y que también nos perdonen) encajó nueve tantos del Real Madrid hace poco en el Bernabéu. Un gol arriba o abajo no supone excesiva diferencia. Esto ya lo habíamos visto antes.

 

Sin embargo, costaría explicarle a alguien que no esté al tanto de lo que sucede en el Real Madrid en todos los ámbitos relacionados con el club y que no tienen que ver con el pasto (y, en muchas ocasiones, también ahí, o al menos con aspectos derivados del fútbol en sí) que, pese a que tu equipo gane un partido por 10 goles a 2, la grada pite a su entrenador al principio, al descanso y al final del choque; a su presidente, al comienzo del partido. Y a sus futbolistas, esopecialmente el jugador leyenda de la última década en la entidad, varias veces durante todo el encuentro.

 

Está claro que lo que pasa a día de hoy en el Real Madrid trasciende a lo deportivo, aunque lo deportivo haya hecho saltar por los aires la estabilidad de la institución hasta tal punto que casi cualquier rendimiento futbolístico de lo mismo ya a estas alturas de temporada. El 0-4 rompió la tranquilidad del socio, que ya ha interiorizado el problema como problema mayor: da igual el ahora, importa el futuro. Ese futuro necesario para poder mirar con perspectiva dentro de 15 o 20 años y ver al Real Madrid justo donde todavía está ahora, aunque esté perdiendo terreno. La perspectiva actual hacia atrás dice que el Barcelona ha sido más grande en lo que llevamos de Siglo. No se trata de volver a inflar las ruedas para seguir rondando, hace falta cambiarlas del todo.

 

Pero, en estas, nos toca volver al fútbol. El Real Madrid puede ganar 10-2 pero su juego no convence. Noi divierte. Ese es el pecado que se ha grabado a fuego en la sensación del madridista, que tiene ya sentenciado a Rafa Benítez. El entrenador lo sabe y busca fórmulas para no reconocerlo (no puede) ni tampoco enfrentarlo. "Salgo tarde y tengo suerte, no escucho pitos. Luego creo que la gente se ha divertido". Con este análisis tan sesgado y lejos de la realidad zanja el técnico cualquier atisbo de autocrítica, porque si sabe que la ejerce tendrá que irse al segundo. Ya sólo es un parapeto de las altas esferas, quemado, abandonado a su suerte.