Zidane hace aguas: El aspecto que juega en contra del entrenador francés
Bálsamo para el vestuario y todavía esperanza para la afición, sí, pero tras dos meses en el cargo hay aspectos en los que aún demuestra que no tiene una experiencia amplia.
Cuando el Real Madrid tomó la decisión de despedir a Rafa Benítez y colocar a Zinedine Zidane en el banquillo, muchos constataron que el movimiento, arriesgado, se debía a una falta total de opciones de confianza y que generasen ilusión en el vestuario y entre la afición que no pasaran por el francés. Poner ya a Zizou, sin apenas experiencia como entrenador y todavía sin debutar en la élite suponía un auténtico tiro al aire, un 'todo o nada' asumido en un mes de enero, lo cual potenciaba mucho más las opciones de fracaso sobre las de éxito cuando se habla de decisiones como estas. Pese a que vivirá en eterna comparación con Pep Guardiola, con quien el único parecido que guarda su situación es que el actual entrenador del Bayern tampoco tenía experiencia en banquillos de Primera cuando asumió el cargo en el Barça, la carrera de ambos nunca podrá equipararse en sus inicios en cuanto a que a Guardiola, el Barça le concedió la alternativa desde cero, partiendo de una campaña nueva y con poderes para modificar el vestuario a su gusto. Tardó dos años, pero lo hizo. Zidane ha asumido un grupo con 'vacas sagradas' y con ovejas negras, con grupos conformados, egos por doquier y una guerra abierta con los servicios médicos y, por ende, con el club. Y en mitad de un periodo de decadencia progresiva. Ni parecido.
Sin embargo, el galo había conseguido lo más complicado en sus primeros días como entrenador del Real Madrid. Había levantado el ánimo del club, de los jugadores y de los aficionados; sea como fuere, con o sin un plan establecido, había logrado hacer creer a los futbolistas en él y en que se podía jugar mejor, les había hecho firmar partidos más que decentes en el Bernabéu y había convencido a todos de que, al menos, su propuesta se iba a alinear con lo que pide el público blanco. Los pinchazos fuera de casa han desinflado el globo de su efecto con la misma virulencia que 'mueren' los globos, gimiendo antes de expulsar su último girón de aire. La derrota en el derbi lo ha estropeado todo. No sólo a él, sino a todo el club. Y producto de esta descomposición, al Zidane entrenador es cuando se le empiezan a ver 'las costuras'.

Primero fue el análisis después de perder contra el Atlético que dejó al técnico completamente al desnudo. La sinceridad de Zidane ante los medios es inversamente proporcional al daño, por decir la verdad sin tapujos, que sus palabras provocan en las altas esferas de la instución y en las cabezas de una afición a la que ya poco le queda esta temporada para ilusionarse. "Perder así un derbi es una mierda [...] En nuestro juego igual hubo un bajón y en nuestra actitud no lo sé. No estoy contento con lo que ha pasado. Antes de que me lo pregunten, diré que la Liga está acabada. Es un golpe duro. Sabía que era un partido difícil, pero no me esperaba esto [...] El año que viene habrá cambios. Podrán cambiar jugadores y entrenador".
Peor fue lo que terminó reconociendo en la previa que el equipo disputa esta noche en el Ciudad de Valencia ante el Levante, un duelo en el que hay mucho más que perder que ganar. "No tenemos un problema físico. Es un problema de meter la pierna, de actitud". Zidane no tiene tapujos en señalar este tipo de cosas, que otros técnicos nunca reconocen, conscientes del terremoto que supone para afición y directiva decir a las claras que tus futbolistas, esos que cobran millones de Euros, no juegan porque no quieren. Y lo hace cuando le aprietan en las preguntas. Síntomas de que no ha vivido muchas ruedas de prensa... y de que le quedan muchas por vivir para curtirse.
Puede que, a pesar de todo, esa sinceridad le venga bien al Madrid. Un club que ahora está sufriendo numerosas críticas precisamente por no haber sabido responder a través de sus responsables con algún tipo de mensaje institucional tras la derrota del pasado sábado y, sobre todo, por la situación deportiva a la que se enfrenta, con un palco señalado por la grada y dos meses de competición en la que, por el momento, sólo hay un partido trascendente (el de la Roma) y la posibilidad virtual de que haya como mucho cinco más. De aquí a finales de mayo tanto tiempo sin dar de comer al aficionado se puede hacer insufrible.