La amarilla que más ha alegrado a Ibrahimovic

Quitarse la camiseta nunca mereció más la pena para el sueco

La amarilla que más ha alegrado a Ibrahimovic

Por muy contento que estés, es mejor que la camiseta se quede en su sitio. Eso lo saben todos los futbolistas. Si te da por quitártela, te vas a llevar una tarjeta amarilla. No obstante, a muchos eso no les importa lo más mínimo. Marcar un gol, según qué gol, puede significar un estallido de alegría tan grande para algunos que no les queda otro remedio que ignorar cualquier precaución y prepararse para recibir la correspondiente cartulina. Normalmente, el gesto, tras esa explosión de júbilo, es de resignación, de trago amargo que compensa, a su manera, la dulzura de marcar.

Muy pocos son capaces de encajar ese lance del juego con una sonrisa en los labios. Y, por mucho que parezca a simple vista un delantero muy pagado de sí mismo y egocéntrico hasta la médula, cosa que transmite queriendo o sin querer en la mayoría de las ocasiones, uno de los pocos capaces de hacerlo es el sueco Zlatan Ibrahimovic. Y con un muy buen motivo de por medio. 

Algunos días antes del partido, el delantero sueco había mostrado en las redes sociales un nuevo tatuaje en su piel. Un nombre: Abdullah. Las especulaciones no tardaron en dispararse. Con ese gesto, Ibra generó la expectación que necesitaba para dar su gran golpe de efecto. Para ello, desde luego, necesitaba marcar por lo menos un gol, pero, cómo no, estaba del todo convencido de que eso no iba a suponerle un gran esfuerzo. Desde luego, lo consiguió. Muy a su manera, con un remate que casi pareció una patada de taekwondo. El preámbulo de lo que debía suceder después.

Ibra se quitó la camiseta y mostró su torso desnudo al mundo. Desnudo, pero no vacío. A los tatuajes que le han acompañado en los últimos años, ha sumado ahora cincuenta más, cincuenta nombres simbólicos en recuerdo de los millones de personas que pasan hambre en el mundo. "A donde sea que vaya la gente me reconoce, me llama por mi nombre, me aplaude, pero hay nombres que a nadie le importa recordar. Por los que nadie aplaude. Los 805 millones de personas que padecen hambre en el mundo hoy. Tengo seguidores en todo el mundo. A partir de hoy quiero que el apoyo sea para las personas que sufren hambre, ellos son los verdaderos campeones. Así que cada vez que escuchen mi nombre, piensen en sus nombres», anunció el sueco en la rueda de prensa en la que se explicó su iniciativa solidaria.

Cómo no, tras marcar ante el Caen, el jugador vio la tarjeta amarilla. El gesto del árbitro, quién sabe si conocedor de sus intenciones, fue casi como si le estuviera pidiendo perdón por cumplir con su obligación. Ibra, por una vez, recibió la amarilla esbozando una sonrisa no burlona, sino de satisfacción. La satisfacción de haber puesto su particular granito de arena en una empresa tan grande como erradicar el hambre en el mundo.