La cara B de Zidane (fea) de la que nadie habla le permite quedarse en el Madrid

La cara B de Zidane (fea) de la que nadie habla le permite quedarse en el Madrid

Si ha triunfado el francés es porque sabe ser Mourinho y Ancelotti al mismo tiempo. Se reivindica contra los que creen que es un entrenador 'florero'.

“Yo soy el entrenador de este equipo y algo bien estaré haciendo, eso seguro”. Con estas palabras, un feliz Zinedine Zidane se sentaba ante los medios en rueda de prensa para analizar la victoria del Real Madrid frente al Manchester City y la que será su primera final de Champions League como técnico en su carrera, corta pero muy exitosa hasta el momento, Falta la rúbrica del título y la Undécima en Milán, que le convertiría en un auténtico mito (que ya lo es, pero no desde el banquillo) de una afición que ha asistido asombrada a la transformación, con mejor o peor juego, de un equipo desahuciado en enero: Sin opciones en Liga, eliminado de la Copa del Rey, con la Champions aún lejos y con un vestuario en llamas.

 

El caso es que Zidane, que desde el primer momento en el que sustituyó a Rafa Benítez fue tildado por no pocos expertos de “entrenador florero” puesto por Florentino Pérez para apaciguar los ánimos de una plantilla que estaba enfrentada al técnico madrileño y, de paso, colocar a quien fue su segundo ‘Gáláctico’ en su primera etapa en la presidencia y uno de los ex jugadores con quien más cariño y relación tiene. Una forma de intentar coger él mismo el toro por los cuernos, con vistas a limpiar el vestuario en verano. El francés se ha encargado de apartar todo eso y reivindicar su papel propio, su voz y su influencia. Hace mucha falta, pues nunca suele darse autobombo y todo el que le profesan los futbolistas suena a oídos de la prensa a discurso preparado para evitar otro sargento en el futuro.

 

Benítez

 

Sin embargo, y esto es algo de lo que muy pocos hablan, Zidane ha logrado unir a la plantilla en base a unos objetivos que se creían perdidos este año. Y con mejor o peor resultado ha intentado darle al equipo el aire que tanto los propios futbolistas como el público reclamaban: un estilo a poder ser siempre de ataque, lo más vistoso posible. Con altibajos, pero practicando un discurso unitario en el que, además, ha sabido combinar las virtudes de quienes fueron sus dos mentores en los banquillos, dos pájaros de plumaje bien distinto: José Mourinho y Carlo Ancelotti.

 

Dejar a James Rodríguez e Isco Alarcón, los dos centrocampistas más creativos de toda la plantilla en el banquillo como suplentes (y, en el caso del colombiano, incluso suplente de suplentes, una opción cada vez más secundaria), no es una decisión fácil para ningún entrenador del Real Madrid. Ambos eran los niños mimados de la grada hasta hace bien poco y por decisiones como éstas, el público la tomó con Rafa Benítez cuando las adoptaba. Pero Zizou ha sabido hacerlo sin estridencias y mostrando los porqués de sus decisiones, obteniendo resultados, pero siendo implacable al mismo tiempo. Por mucho que cuente con el beneplácito de la gente, podría haberse quemado y no lo ha hecho.

 

Zidane sabe escuchar a los jugadores, algo que la plantilla siempre alaba y reconoce en público. Afirma que cuenta con todos, que sabe que los que no juegan lo pasan mal; anuncia rotaciones y las hace, al igual que cambios valientes si los partidos lo exigen. Hombre por hombre en la mayoría de los casos, es cierto, pero mucho antes que muchos otros ex técnicos y siempre con una intención clara. Y dentro de esa cercanía con los futbolistas que tanto se alaba, también sabe darles ‘palos’ en público, algo que ya ha hecho varias veces. Y nadie se le subleva. Méritos que le hacen, sin duda, el mejor candidato para ocupar el banquillo del Real Madrid durante bastante tiempo.