“Casi me pongo otra azulgrana pero no se pudo dar. Ojalá pueda ser”

“Casi me pongo otra azulgrana pero no se pudo dar. Ojalá pueda ser”

El argentino se deja querer por el Fútbol Club Barcelona con este mensaje

Chimichurri. Dicho así hay muchos que no sabrán exactamente a qué futbolista nos estamos refiriendo. Argentino, de veintiséis años y delantero centro. Tampoco es que se acote mucho el campo con estos datos. Lo de chimichurri es el mote que el padre del jugador le puso de pequeño por lo inquieto que era. Desde luego lo clavó.

Y es que si por algo se caracteriza el Chimy Ávila (chimy por abreviar) es precisamente por ser un dolor de muelas para las defensas rivales durante los 90 minutos más el descuento. Porque el Chimy no entiende eso de estar en el campo si no es para pelear cada balón como si fuera el último. Se le conoce como el guerrillero, y desde luego que este sobrenombre también le hace mucha justicia. 

Chimy Ávila

¿Y por qué está siendo noticia en las últimas horas el Chimy Ávila? Pues porque reconocía en una entrevista de un medio local que en el pasado mercado invernal estuvo cerca, muy cerca, de fichar por otro equipo azulgrana, el Fútbol Club Barcelona. Y ya se sabe que todo lo que tenga que ver con uno de los dos grandes de nuestro fútbol genera mucho ruido. El Chimy lo tuvo tan cerca que hasta él mismo reconoce que se vio en el Barça lo que restaba de temporada. 

Pero finalmente el Barcelona decidió no fichar en el mercado invernal y cuando Ousmane Dembelé recayó de su lesión, ya en febrero, el Barça se decantó por el danés del Leganés Martin Braithwaite. Dice el Chimy que se dio en el palo para referirse a lo cerca que estuvo de cambiar Pamplona por Barna. Aún así el ariete argentino está muy agradecido a la ciudad navarra por como le han acogido y asegura estar muy a gusto allí tras salir a hombros de Huesca, su anterior equipo. El guerrillero norteño.

Lo cierto es que cuando uno repasa la vida del Chimy Ávila se da cuenta de la de circunstancias que tienen que darse en momentos determinados para que una persona alcance la élite del deporte. En el caso del de Rosario, dadas sus condiciones personales, estas han tenido que ser incluso más: tener una madre luchadora que sacó adelante a nueve hijos tras separarse de su marido, un club que apostase por él cuando nadie lo hacía como fue el Huesca o un técnico, Rubi, que le dio su confianza cuando ni el propio Chimy la tenía.

La vida de Chimy, a sus veintiséis años, da perfectamente para un biopic de Netflix. Quizás, si finalmente ficha por un grande, lo tenga, aunque para volver a jugar al fútbol el argentino tendrá primero que recuperarse de la rotura de ligamento cruzado que sufrió en enero. De fichar por todo un Barcelona a continuar en Pamplona con una rodilla rota. Muchos terminarían aquí su historia pero el Chimy es un guerrero. Y los guerreros luchan hasta el final.