Carlos III está muy afectado por una tragedia familiar sin precedentes

El Rey de Inglaterra no quiere morir sin conocer a sus nietos

Carlos III está muy afectado por una tragedia familiar sin precedentes

El silencio que rodea los pasillos de Buckingham no logra ocultar lo inevitable: el estado de Carlos III empeora con cada día que pasa. El Rey de Inglaterra no está respondiendo al tratamiento contra el cáncer, y los médicos ya hablan de un pronóstico desolador. La falta de mejoría lo ha llevado a enfrentarse a la cruda realidad de que podría quedarle apenas un año de vida, un golpe que ha marcado no solo su cuerpo, sino también su ánimo y su fortaleza emocional.

Y es que, con el tiempo en su contra, Carlos III ha tomado una decisión firme: quiere cumplir con todos sus últimos deseos antes de despedirse. Entre ellos, seguir ejerciendo como monarca hasta el final, pero también reparar aquello que más le duele: no haber podido ser un abuelo presente para todos sus nietos. Su corazón late con un anhelo muy humano, el de abrazar a quienes representan su legado más íntimo.

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Meghan Markle no quiere nada de los Windsor

La realidad es que ese deseo se ve truncado por Meghan Markle, quien desde hace años mantiene una distancia férrea con la familia real. La esposa de Harry ha evitado cualquier encuentro que permitiera al rey conocer a Archie y Lilibet, sus nietos menores. Esta negativa constante se ha convertido en una herida abierta para Carlos III, que sufre en silencio la imposibilidad de estrechar esos lazos familiares.

De este modo, el monarca ha llegado incluso a rogar entre lágrimas la oportunidad de ver, aunque sea una sola vez, a los pequeños que apenas conoce de nombre. Mientras con los hijos de Guillermo de Gales y Kate Middleton ha podido ejercer su rol de abuelo, con los de Harry se siente un extraño, un espectador obligado de una vida que transcurre sin él. Esa ausencia lo persigue, impidiéndole alcanzar la serenidad que tanto busca en medio de su batalla contra la enfermedad.

Así pues, la tristeza de Carlos III no solo proviene de su delicado estado de salud, sino también de la imposibilidad de reconciliarse con su propia familia. El rey carga con el peso de un futuro incierto y con el dolor de no haber podido conocer a Archie y a Lilibet, una herida que lo mantiene abatido y profundamente hundido en su papel más humano: el de abuelo.