Carlos III está usando el alcohol para paliar los dolores del cáncer

Los dolores del cáncer hacen que el alcohol sea imprescindible para Carlos III

Carlos III está usando el alcohol para paliar los dolores del cáncer

En Buckingham las alarmas no dejan de sonar. El estado de salud de Carlos III preocupa cada día más, y no solo porque los tratamientos contra el cáncer no estén funcionando como se esperaba. Lo que realmente inquieta a médicos y asesores es la forma en la que el monarca está afrontando el dolor: recurriendo al alcohol como una especie de anestesia improvisada. Lejos de mejorar, su organismo se debilita y su carácter se vuelve más imprevisible, un cóctel explosivo en pleno reinado marcado por la incertidumbre.

Y es que los médicos han insistido una y otra vez en que necesita reposo, disciplina y cuidados extremos. Pero el Rey hace exactamente lo contrario. Mientras debería estar descansando, se pasea por los jardines como si nada ocurriera. Y cuando permanece en palacio, la copa de whisky se convierte en su inseparable compañía. Una rutina peligrosa que no solo pone en jaque su recuperación, sino que mina la confianza de quienes lo rodean.

CArlos III

Carlos III comienza a estar cansado 

La realidad es que en la intimidad palaciega se habla de un monarca que ya no lucha con la misma fuerza. Sus allegados aseguran que Carlos III se muestra apático, como si hubiera aceptado que la enfermedad llevará las riendas de su vida. Y ese vacío de voluntad preocupa tanto como el propio cáncer. El alcohol, lejos de ser un alivio, se convierte en el enemigo silencioso que agrava los síntomas y complica aún más la eficacia de las terapias.

Por si fuera poco, no está solo en este camino de excesos. Camilla Parker Bowles arrastra desde hace años sus propios hábitos: el vino y el tabaco. Juntos forman una pareja que se hunde en los mismos vicios mientras sus médicos claman por un cambio urgente que nunca llega. La combinación es devastadora: tratamientos debilitados, dolores constantes y una resistencia cada vez menor para enfrentar el día a día.

Así pues, mientras la Corona británica intenta proyectar estabilidad, dentro de Buckingham la verdad es muy distinta. El Rey se aferra al whisky como si fuera un bálsamo contra el sufrimiento, sin ver que está cavando un pozo aún más profundo. Y la pregunta que sobrevuela entre médicos, cortesanos y familiares es clara: ¿cuánto tiempo más podrá resistir Carlos III con un cuerpo minado por el cáncer y un espíritu encadenado al alcohol?