Carlos III ha sido el culpable de que Harry dejara Buckingham
La educación de Harry siempre dejó mucho que desear

La relación entre Carlos III y su hijo menor, el príncipe Harry, ha sido un viaje lleno de altibajos, marcado por gestos de cariño, silencios prolongados y heridas que parecen no cerrarse. Desde que Harry y Meghan Markle decidieron dar un paso atrás y abandonar sus funciones oficiales, el vínculo con el monarca británico ha estado en tensión permanente, como una cuerda a punto de romperse. Y ahora, un nuevo capítulo se abre con una revelación inesperada: el propio rey podría estar asumiendo parte de la culpa por cómo ha resultado todo.
Y es que la reconocida biógrafa Ingrid Seward, autora de varios libros sobre la Casa Real británica, ha deslizado que Carlos III estaría revisando su propio papel como padre, admitiendo que su estilo excesivamente permisivo pudo haber contribuido al distanciamiento que hoy existe con su hijo. Según explica, tras la trágica muerte de Diana, el entonces príncipe de Gales intentó que sus hijos vivieran una infancia lo más normal posible, alejados en la medida de lo posible del rígido protocolo. Sin embargo, ese afán protector podría haber derivado en un exceso de libertad para Harry.
Harry siempre fue un verso libre
De este modo, Seward sostiene que el joven príncipe creció sin la estructura ni las pautas que siempre habían marcado la vida en Palacio. Mientras Guillermo asumía con naturalidad el peso de ser heredero, Harry empezaba a ver su propio papel como algo secundario, casi irrelevante. Un sentimiento que, con el tiempo, se transformó en la idea de ser “el repuesto” dentro de la familia, una percepción que él mismo relató en sus memorias y que, para la biógrafa, no se ajusta a la realidad, sino a una interpretación personal alimentada por años de resentimiento.
La realidad es que, en ese afán de protegerlo del dolor y de las presiones mediáticas, Carlos III quizá permitió que su hijo viviera con menos límites de los necesarios. Y ese aparente privilegio pudo convertirse, con los años, en una fuente de frustración y rebeldía. Para Seward, ese fue el error clave: no ofrecerle un marco claro, un lugar definido en el engranaje de la monarquía.
Así pues, lo que comenzó como un gesto de amor paternal terminó, irónicamente, en uno de los mayores motivos de alejamiento. Un lazo que hoy sigue tenso, pero que todavía podría repararse… si ambos deciden dejar atrás reproches y mirarse, por fin, como padre e hijo antes que como rey y príncipe.