Carlos III no puede viajar sin un equipo de cinco médicos

La salud de Carlos III no le permite llevar una vida normal

Carlos III no puede viajar sin un equipo de cinco médicos

La imagen pública de Carlos III parece transmitir calma y normalidad, pero la realidad detrás de los muros de Buckingham es muy distinta. El monarca británico atraviesa un estado de salud mucho más frágil de lo que oficialmente se reconoce, hasta el punto de que ya no puede desplazarse sin la compañía permanente de un equipo de médicos que lo vigilan en cada movimiento.

Y es que, tras más de un año de tratamiento contra el cáncer, el rey se enfrenta a un deterioro evidente que ha encendido todas las alarmas en palacio. Sus médicos insisten en que los efectos secundarios del tratamiento no le permiten afrontar la agenda real sin un control estricto. Sin embargo, el propio Carlos III se resiste a reducir su actividad oficial, convencido de que su deber con la Corona debe cumplirse incluso en las circunstancias más adversas.

CArlos III

Carlos III necesita un control las 24 horas del día

De este modo, cada salida del monarca se ha convertido en un delicado despliegue sanitario. Según fuentes cercanas, un grupo de especialistas lo acompaña constantemente para atender cualquier complicación que pudiera surgir de manera imprevista. Este detalle, lejos de ser un gesto preventivo, confirma la gravedad de la situación: su organismo está más debilitado de lo que la versión oficial admite.

La realidad es que Carlos III ya ha sufrido episodios preocupantes en los últimos meses, entre ellos un ingreso inesperado en Londres tras una reacción adversa a su tratamiento. Aunque desde Buckingham se restó importancia a lo ocurrido, lo cierto es que se trató de una señal inequívoca del delicado momento que atraviesa el soberano. Pese a ello, la estrategia oficial sigue siendo mostrar fortaleza y continuidad institucional.

Así pues, la enfermedad del rey se ha convertido en un asunto de Estado. Su negativa a dar un paso atrás contrasta con la creciente dependencia de sus médicos, lo que alimenta dudas sobre cuánto tiempo podrá mantener este pulso. El pueblo británico contempla con preocupación a un monarca que, aunque se esfuerza en aparentar normalidad, vive sometido a una vigilancia médica que confirma la dureza de su batalla contra el cáncer.