El estado de salud de Alberto de Mónaco empeora de forma irreversible
En la Casa Real de Mónaco temen por las consecuencias en la salud de Alberto II
El brillo de la realeza parecía intacto este verano, pero la figura de Alberto de Mónaco ha encendido todas las alarmas. En un momento en el que cada gesto de los soberanos europeos se examina al detalle, el príncipe monegasco ha mostrado un deterioro físico imposible de disimular. Su rostro, marcado por manchas rojizas y una fatiga evidente, ha sacudido al Principado y ha despertado todo tipo de especulaciones sobre su verdadero estado de salud.
La realidad es que, a sus 67 años, Alberto de Mónaco no atraviesa su mejor momento. En sus últimas apariciones públicas, las dificultades de movilidad se han hecho visibles, hasta el punto de necesitar apoyo discreto de asistentes en actos oficiales. Y es que la combinación de cansancio crónico y un aumento de peso que limita sus movimientos ha convertido cada salida en un examen mediático que pocos en la Casa Grimaldi saben cómo manejar.

Las manchas de Alberto comienzan a preocupar
De este modo, lo que más preocupa no es solo la fatiga, sino las manchas cutáneas que han reaparecido en su frente, nariz y nuca. Lejos de tratarse de un simple problema dermatológico, expertos consultados por la prensa europea apuntan a posibles complicaciones cardiovasculares. No sería un detalle menor: las lesiones coinciden con zonas en las que el soberano ya fue intervenido en el pasado. La pregunta es inevitable: ¿se trata de una señal aislada o de la punta del iceberg de un diagnóstico mucho más severo?
Y es que el silencio oficial de la Casa Real de Mónaco solo añade incertidumbre. Mientras fuentes cercanas hablan de “agotamiento estacional”, lo cierto es que la agenda del príncipe ha sido modificada en secreto y los médicos privados multiplican sus visitas al Palacio Grimaldi. Cada imagen captada por las cámaras alimenta un rumor: que en los próximos meses podría ser necesaria una intervención urgente para frenar el agravamiento de sus problemas arteriales.
Así pues, la salud de Alberto de Mónaco se ha convertido en un asunto de Estado en el Principado. El soberano, símbolo de continuidad y estabilidad, se enfrenta a un momento decisivo en el que no solo su bienestar personal está en juego, sino también la imagen de toda la dinastía Grimaldi. Y el hermetismo del palacio, lejos de disipar dudas, aviva la inquietud de un pueblo que empieza a preguntarse cuánto tiempo podrá resistir su príncipe en estas condiciones.