El Príncipe Guillermo ha eliminado el whisky y el vino de Buckingham
Carlos III y Camilla Parker Bowles tienen serios problemas con el alcohol

En el corazón de Buckingham, las preocupaciones por la salud de los monarcas británicos crecen cada día. Mientras Carlos III continúa su batalla contra un cáncer de pulmón que se resiste a remitir, Camilla Parker Bowles enfrenta una persistente infección en el pecho que le está restando energías y ánimo. Dos frentes médicos abiertos que, para inquietud de su entorno, no están recibiendo precisamente la ayuda que necesitarían.
Y es que, aunque nadie se atrevería a llamarlos alcohólicos, tanto Carlos como Camilla han llevado una vida en la que la bebida ocupaba un lugar especial. Ella, amante declarada del vino; él, devoto del whisky de primera calidad. Un gusto que, en estos momentos, se ha convertido en motivo de alerta para Guillermo de Gales, decidido a cortar de raíz cualquier hábito que pueda interferir en los tratamientos de su padre y su madrastra.
Guillermo interviene de forma directa
De este modo, fuentes cercanas revelan que Guillermo ha enviado órdenes directas al personal de seguridad y servicio: ni una sola botella de alcohol puede entrar en sus residencias sin su autorización expresa. Solo en ocasiones excepcionales —y con permiso previo— podrá romperse esta estricta norma. Para el heredero, la prioridad es preservar la salud de Carlos III y Camilla, convencido de que las copas en la mesa están restando eficacia a las terapias médicas que ambos siguen a diario.
Especialmente delicado es el caso de Camilla, para quien el vino no es solo una afición, sino una costumbre profundamente arraigada. Las catas, las comidas acompañadas de una copa… todo ello forma parte de su rutina, y renunciar a ello supone un cambio drástico que, según los médicos, resulta imprescindible. El propio círculo más íntimo admite que esta medida será difícil de asimilar, pero que no hay alternativa si quieren evitar complicaciones.
Así pues, la orden de Guillermo ha instaurado una especie de “Ley Seca” en los dominios reales, una restricción que pocos habrían imaginado y que ahora marca un antes y un después en la vida privada de los reyes. Una decisión que, aunque drástica, busca un único objetivo: dar a Carlos III y Camilla Parker Bowles la oportunidad de luchar sus batallas de salud sin enemigos silenciosos en la copa.