Empleados de Zarzuela están hartos de los delirios de grandeza de Letizia

El malestar entre el personal de la residencia real sigue en aumento

Empleados de Zarzuela están hartos de los delirios de grandeza de Letizia

El ambiente en el Palacio de Zarzuela está más tenso que nunca. Los empleados que trabajan en la residencia real llevan tiempo soportando el carácter controlador y exigente de la reina Letizia, pero ahora la situación parece haber llegado a un punto crítico.

Desde que entró en la familia real, Letizia se ha caracterizado por su fuerte personalidad y su obsesión por el control. Nada en Zarzuela escapa a su mirada meticulosa: desde la alimentación hasta los horarios, todo debe pasar por su aprobación. Sin embargo, en los últimos meses, su actitud ha ido más allá de la simple exigencia. Fuentes cercanas afirman que la reina actúa como si fuese la única con derecho a decidir dentro del palacio, imponiendo normas estrictas y mostrando una clara desconfianza hacia quienes la rodean.

Los trabajadores de la casa real aseguran que la presión ha aumentado y que cualquier mínimo error puede costarles una bronca desproporcionada. "Antes había exigencia, pero ahora hay miedo", comenta un empleado anónimo, según apunta El Nacional. La sensación general es que la reina vive en una realidad paralela, alejada del día a día del resto de la familia real y, sobre todo, del personal que la atiende.

La Zarzuela

Paranoia y aislamiento

La crisis matrimonial entre Felipe VI y Letizia ha agravado aún más la situación. La reina, cada vez más aislada dentro de Zarzuela, ha desarrollado una obsesión por la lealtad de quienes la rodean. Según diversas fuentes, está convencida de que muchos de los empleados han sido reclutados por Felipe para vigilarla e informar sobre sus movimientos.

Este clima de paranoia ha llevado a la reina a tomar decisiones extremas. Se ha reforzado la vigilancia dentro del palacio y se han impuesto restricciones en la comunicación entre los empleados. Incluso se rumorea que ha dado órdenes de controlar quién entra y sale de determinadas áreas de la residencia. Todo esto ha provocado un ambiente de trabajo insoportable, donde el miedo a cometer el más mínimo desliz se ha convertido en el pan de cada día.

Mientras tanto, el rey Felipe parece optar por la distancia y el silencio, lo que deja a los trabajadores en una situación incómoda. Entre la lealtad a la institución y el desgaste emocional, muchos ya no pueden más. En Zarzuela, el murmullo es cada vez más fuerte: los empleados están hartos, y la paciencia con los delirios de grandeza de Letizia se está agotando.