Felipe VI pide a su padre que no pise Madrid por el bien de mamá
Un gesto del rey hacia su madre marca el rumbo de un otoño cargado de tensiones familiares
La reina Sofía atraviesa uno de los momentos más duros de su vida. Su estado físico y emocional se ha deteriorado visiblemente. Quien la ve reconoce que ya no es la mujer firme y sonriente de hace unos años. Llora en silencio y carga con el peso de la enfermedad de su hermana Irene, a la que acompaña día y noche. Sus hijas, Elena y Cristina, no se separan de ella. Atienden con ternura a su tía y a la vez cuidan de su madre, que parece haber llegado a su límite.
La reina se siente más sola que nunca. Ha sido fuerte durante décadas, pero ahora el dolor la sobrepasa. Su marido, lejos de ser un apoyo, continúa siendo fuente de escándalos y humillaciones. La imagen de don Juan Carlos en Sanxenxo o rodeado de amistades incómodas no hace más que profundizar su herida. Y lo que más teme ahora es la presentación en Madrid del libro de memorias de su esposo. Sería, en palabras de quienes la rodean, “el remate final” para una mujer ya devastada.
El paso de los años se hace evidente. Más delgada, con andares vacilantes y mirada apagada, Sofía lucha por mantener la compostura. En actos públicos fuerza la sonrisa, pero en privado se derrumba. A sus 87 años, lejos de vivir en paz, carga con una soledad amarga.

Felipe, el hijo que la sostiene
En medio de tanta tristeza, la reina tiene un único consuelo: su hijo Felipe. El rey ha interrumpido sus vacaciones para estar cerca de ella. Oficialmente, por los incendios que arrasan Grecia. En realidad, porque sabe que su madre lo necesita más que nunca. Ella lo pregunta a cada instante, “¿y Felipe?”. Y cuando lo ve entrar, su rostro se ilumina. Es su apoyo, su refugio, su hijo amado.
Felipe VI, consciente de la fragilidad de su madre, ha tomado una decisión clara. No quiere que el emérito se acerque a Madrid en la fecha de la presentación del libro. Le ha pedido que no pise la capital “por el bien de mamá”. Y no es solo un ruego, es una advertencia. Sabe que la simple presencia de su padre en ese acto removería viejas heridas y hundiría aún más a Sofía.
La reina ha aguantado toda una vida con paciencia y dignidad. Ahora, en la recta final, lo único que desea es paz. Felipe, el hijo que más la quiere, hará lo que esté en su mano para protegerla.