Felipe VI se ha reunido en secreto con Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero
Felipe VI busca asesoramiento con los expresidentes

En un momento donde España parece navegar sin brújula, Felipe VI ha dado un paso decisivo: ha convocado encuentros secretos con dos pesos pesados de la política española, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Estas reuniones, lejos del foco mediático y en la más absoluta discreción, forman parte de una ronda de consultas que también incluyen a José María Aznar y Mariano Rajoy. Un diálogo interno que no busca protagonismo, sino mantener la calma cuando todo a su alrededor parece desmoronarse.
Y es que la realidad es que el rey no puede permitirse el lujo de la inacción. La fragmentación política, los pulso constantes en el Congreso y la polarización extrema obligan a Felipe VI a armarse de perspectivas sólidas y variadas para sostener la estabilidad institucional. No es un simple trámite: se trata de escuchar voces con experiencia, con heridas de batallas pasadas y con un conocimiento profundo de lo que España necesita para no caer en el abismo.
Felipe VI busca opiniones de todo tipo
Que sean precisamente González y Zapatero, dos expresidentes del PSOE con trayectorias y estilos diferentes, quienes participen de estas charlas, no es casual. La imagen que proyectan es la de un monarca que no se queda en lo superficial, que busca entender las distintas corrientes dentro del mismo espacio político para reforzar su papel de árbitro neutral. Dos caras del mismo partido que, juntas, ofrecen una lectura más rica y compleja de la realidad española. Y junto a ellos, la participación de Aznar y Rajoy, representantes de la derecha, completa un mapa político que abraza todos los colores y matices. En este mosaico, el rey es el punto de encuentro, la figura que mantiene el pulso y ofrece una estabilidad que las instituciones parecen estar perdiendo.
Así pues, sin discursos grandilocuentes ni anuncios, Felipe VI ha activado un mecanismo de diálogo silencioso, pero poderoso. Una red de seguridad institucional que le permite mantenerse informado, calibrar riesgos y tomar decisiones con cabeza fría. Su papel no es el de político, sino el de garante del país, ese equilibrista que sostiene el difícil hilo de la democracia en tiempos de tempestad.
Porque, al final, cuando España tiembla, el rey es quien debe permanecer firme, sereno y con la mirada puesta en un futuro donde la unidad no sea un sueño, sino una realidad.