Felipe VI sospecha de que sus hermanas lo han traicionado
La infanta Elena y Cristina están del lado de su padre
Un rey nunca puede confiar del todo en los suyos. Siempre hay sombras, siempre hay envidias. Y en este caso, Felipe VI ha comenzado a desconfiar de su propio entorno más cercano. El foco ha caído directamente sobre sus hermanas. La infanta Elena, cada vez más distante, es ahora el epicentro de la tensión. Su relación con el rey se ha roto sin remedio: no hay llamadas, no hay mensajes, no hay un solo gesto de reconciliación. Solo silencio.
Y es que todo se remonta a un nombre imposible de borrar: Juan Carlos I. Para Elena, su padre no ha dejado de ser “el rey”. Lo ha defendido incluso en sus peores momentos, cuando nadie quería hacerlo. Ha mirado hacia otro lado frente a los amantes, las cuentas opacas y los escándalos internacionales. Lo único que no pudo perdonar fue la forma en que Felipe lo apartó de la vida pública y lo condenó al exilio. Esa decisión rompió para siempre el vínculo entre hermanos.

Elena sigue muy cerca de su padre
De este modo, la infanta Elena ha movido sus hilos en la sombra. Ha viajado, ha presionado, ha contactado con viejos amigos del ejército, con empresarios, con periodistas dispuestos a escuchar. Todo con un objetivo claro: preparar el terreno para el regreso de su padre y proteger su legado. Y en esa misión no está sola. La infanta Cristina, marcada para siempre por el caso Nóos y resentida por el vacío que sufrió, se ha unido al frente. Ni perdona a Felipe VI, que no la defendió, ni a Letizia, cuya presión fue decisiva para apartarla.
La realidad es que en Zarzuela se sospecha que ambas están detrás de los últimos movimientos del emérito. Desde las demandas contra Corinna Larsen y Miguel Ángel Revilla, inéditas en la historia de un rey, hasta la inminente publicación de unas memorias tituladas Reconciliación. En ellas, Juan Carlos I aparece retratado como víctima de un sistema injusto, como un monarca traicionado y forzado al exilio. Un informe del CNI apunta incluso que Elena y Cristina actuaron como enlace directo con Laurence Debray, la autora del libro.
Así pues, las fuentes consultadas aseguran que Elena llegó a gestionar una residencia en Portugal, una finca cómoda y discreta junto a la frontera, pensada para esconder a su padre de los focos. Para Felipe VI, lo que ocurre ya no es un asunto familiar, sino un pulso político contra su autoridad. El ambiente es irrespirable: no hay cenas, no hay abrazos, solo recelos y miradas cargadas de sospecha. Porque la traición ya no viene de fuera, sino de los mismos pasillos que un día compartieron como hermanos.