Froilán ha empezado a tener problemas con el alcohol en Abu Dabi
Ni la ley hace que Froilán tenga un estilo de vida sano
A nadie se le escapa que Froilán de Marichalar siempre ha tenido un imán para la mala vida. El hijo de la infanta Elena se ha acostumbrado a vivir sin preocupaciones, sin dar un palo al agua y con todo a su alcance gracias al dinero de Juan Carlos I. Un dinero que le permite, incluso en un país tan restrictivo como Emiratos Árabes, seguir alimentando su necesidad de fiesta y de romper las normas que tanto le gustan.
Porque en Abu Dabi, el consumo de alcohol está prohibido para el gran público. Pero eso, para Froilán, no es un obstáculo, sino un incentivo. Y es que, lejos de alejarse de la bebida, el nieto del emérito ha encontrado en las fiestas privadas y clandestinas de Abu Dabi su nuevo patio de recreo. Lugares donde el alcohol corre a chorros sin que las autoridades pongan el ojo encima y donde Froilán se siente más libre que nunca para desfasar a gusto.

Froilán y su atracción por lo prohibido
Como ya demostró en sus años en Madrid, Froilán siente una fascinación peligrosa por todo lo que esté prohibido. Si le dicen que no se puede beber, él bebe el doble. Si le dicen que no puede salir de fiesta, él se apunta a la primera juerga que se organiza. Y en Abu Dabi, donde las fiestas clandestinas están llenas de música, copas y excesos, Froilán ha encontrado el escenario perfecto para seguir alimentando sus noches de locura.
El problema es que, según cuentan fuentes cercanas a la Casa Real, más de una de esas fiestas ha terminado con Froilán completamente perjudicado, recibiendo reprimendas de su propio abuelo por el estado en el que llegaba a casa. Juan Carlos I, que sabe bien de lo que habla cuando se trata de excesos, no está nada contento con las últimas noticias sobre su nieto.
Así pues, el verdadero problema no es que Froilán tenga acceso al alcohol, sino que, en un país donde está prohibido, su necesidad de saltarse las normas lo ha llevado a meterse en fiestas clandestinas que no siempre acaban bien. Y en Zarzuela ya empiezan a temer que este gusto por lo prohibido acabe costándole muy caro.