Froilán preocupa a sus primos con el verdadero estado del abuelo

La evolución de Juan Carlos I no es favorable

Froilán preocupa a sus primos con el verdadero estado del abuelo

La figura de Juan Carlos I, antaño símbolo de poder y respeto institucional, se desdibuja día a día en medio de un deterioro físico y mental imparable. Y es que, lo que hasta hace poco era simplemente una dificultad para caminar, se ha transformado en una situación límite. El emérito ya no se sostiene por sí mismo, permanece en silla de ruedas y, según ha trascendido, su pierna izquierda presenta zonas amoratadas a causa de una circulación cada vez más deficiente. Una imagen dolorosa, muy alejada de la que proyectó durante décadas como jefe del Estado.

De este modo, lo que más inquieta ya no es solo su fragilidad física, sino el profundo desgaste cognitivo que atraviesa. Tal y como ha revelado el periodista José Antonio Zarzalejos, don Juan Carlos empieza a tener serias dificultades para reconocer a personas de su entorno más próximo. Su memoria a corto y medio plazo se desvanece y su percepción de la realidad comienza a perder nitidez. Vive en una especie de burbuja donde todo lo que ocurre a su alrededor le resulta ajeno o incomprensible.

Juan

Froilán sabe toda la verdad sobre su abuelo

La realidad es que Froilán, uno de los nietos más cercanos al emérito, ha sido testigo directo de este proceso de deterioro. Lo visita con frecuencia y ha compartido con sus primos la impresión de que su abuelo se apaga más deprisa de lo esperado. Juan Carlos ya no recuerda nombres, confunde situaciones y parece anclado en una versión de su pasado sin culpa ni responsabilidad. Cree firmemente que su hijo lo ha traicionado y que el exilio en Abu Dabi es injusto, sin entender el alcance de sus propios actos.

Así pues, tanto la infanta Elena como Cristina insisten a Felipe VI para que permita el regreso de su padre a España. No solo por razones simbólicas, sino por humanidad. El rey emérito está en la recta final y, si no recupera la lucidez, tampoco podrá conservar la dignidad que un día representó. Y es que para quienes aún le guardan cariño, como Froilán, asistir a su declive es una tragedia silenciosa, una despedida lenta que va dejando un vacío imposible de llenar.