Hay grabaciones a Juan Carlos I hechas durante siete meses que ponen los pelos de punta a Felipe VI
El emérito no soportaría morir en el exilio

El silencio que rodea a Juan Carlos I se ha roto de la manera más inquietante posible. Durante siete meses, micrófonos y cámaras ocultas han seguido los pasos del rey emérito, recogiendo conversaciones privadas, gestos y comentarios que, según confirman fuentes próximas a Zarzuela, han hecho temblar a Felipe VI. No se trata de meros rumores de sobremesa: el material existe, es extenso y, lo más delicado, podría ver la luz en el momento más inoportuno para la Corona.
La filtración llega en el contexto de la inminente publicación de Reconciliación, las memorias que Juan Carlos I presentará el próximo 12 de noviembre. Un libro que pretende vender como un gesto de acercamiento al pueblo, pero que en realidad huele a operación de lavado de imagen. Y es que, en sus páginas, el emérito asegura que “los reyes no se confiesan”, pero acto seguido rompe esa norma para contar una versión de sí mismo donde apenas hay sombras, obviando décadas de escándalos, negocios opacos y amistades peligrosas.
Unas grabaciones que dejan en jaque a Felipe VI
Lo que inquieta a Felipe VI no es solo lo que el libro calla, sino lo que las grabaciones revelan. En ellas, el emérito habría dejado claro que su mayor obsesión es no morir fuera de España. “Morir en el exilio debe ser lo peor que puede sucederle a un hombre”, se escucha decir con la misma convicción que hace treinta años ya transmitía a su círculo. Un deseo que ha marcado su comportamiento reciente: visitas constantes a España, declaraciones incendiarias, pleitos mediáticos contra figuras como Corinna Larsen o Miguel Ángel Revilla, y hasta planes discretos para fijar residencia en Cascáis como paso previo a su regreso definitivo.
Y es que esas grabaciones no solo muestran a un Juan Carlos testarudo, sino también dispuesto a tensar la cuerda con su propio hijo para lograr su objetivo. Hay frases dirigidas a colaboradores y amigos donde habla de “recuperar lo que es suyo” y de “no dejar que otros escriban su final”. Palabras que, según quienes las han escuchado, suenan a advertencia más que a nostalgia.
Así pues, Felipe VI sabe que lo que está en juego no es únicamente la imagen de su padre, sino la estabilidad de una institución que pende de un hilo. Y que, si esas grabaciones salen a la luz, la historia reciente de la monarquía española podría reescribirse de la forma más cruda imaginable.