Iñaki Urdangarin, avisado por sus hijos: se está muriendo
La tía Pecu ha entrado en una fase muy complicada
La noticia ha golpeado de lleno a Iñaki Urdangarin. Desde hace semanas, escucha en silencio lo que sus propios hijos le cuentan. No es un rumor, ni una exageración, ni un malentendido: la tía Pecu, Irene de Grecia, se apaga poco a poco. El Alzhéimer la consume sin remedio. Ya no hay vuelta atrás.
En Zarzuela nadie lo dice en voz alta, pero todos lo saben. La situación es irreversible. La reina Sofía no se separa de su hermana. Ha renunciado a viajes, a actos sociales, incluso a ese verano en Mallorca que siempre fue tradición. La reina emérita pasa los días junto a Irene, cuidándola en sus horas más frágiles. Y mientras tanto, a Urdangarin, la realidad le llega en forma de confidencias de sus cuatro hijos: Juan, Pablo, Miguel e Irene.

Irene deja un vacío muy delicado
Y es que Sofía siempre tuvo un vínculo especial con el exduque. Fue de las pocas que no lo señaló ni lo abandonó en sus peores momentos. Incluso en prisión, lo visitó con discreción. Le ofreció comprensión, palabras de consuelo, un refugio espiritual. Ese lazo se extendió también hacia Irene, con quien Iñaki mantenía una relación respetuosa y cercana. Por eso, recibir ahora la noticia de su deterioro es un golpe emocional que no esperaba.
Los hijos de Urdangarin y Cristina son el puente que mantiene ese contacto. Son ellos quienes, con la naturalidad de la intimidad familiar, le explican cómo está la reina Sofía, cómo cuida a su hermana noche y día, cómo se derrumba en silencio cuando la ve perderse en su propia memoria. También le cuentan que la tía Pecu apenas reconoce rostros, que ya no habla, que apenas queda un hilo que la conecte con el presente.
Así pues, Urdangarin escucha y guarda silencio. No puede hacer nada. Está fuera de Zarzuela, fuera de la Casa Real y fuera de la vida pública. Pero no fuera de los afectos. Porque hay vínculos que ni los escándalos ni las condenas pueden borrar. Y este es uno de ellos: el de un hombre que, desde la distancia, sufre con la certeza de que alguien a quien quiso se está muriendo.