Iñaki Urdangarin deja a la infanta Cristina a la altura del betún
La esperada entrevista revela el lado más personal de Urdangarin y anticipa un giro inesperado en su historia
Tras años de silencio férreo, casi aprendido, Iñaki Urdangarin ha decidido romper su mutismo en el nuevo programa Pla seqüència, que se estrena en TVE. No se trata de una aparición cualquiera: es su primera entrevista verdaderamente personal, sin el escudo del deporte ni de proyectos técnicos que amortiguaban el peso de su nombre. Esta vez habla él, la persona, no el excuñado del Rey ni el hoy ya expreso. Y lo hace en un formato sin retoques: cincuenta minutos a corazón abierto, grabados en falso directo, sin posibilidad de esconder titubeos ni rectificar frases.
La elección del entrevistador, Jordi Basté, también es un mensaje. En un país donde la confianza cotiza alto, Urdangarin solo habría aceptado si sentía seguridad al otro lado. Las imágenes promocionales ya lo muestran más vulnerable que nunca, enfrentándose a preguntas que hasta ahora había esquivado. Pero lo más llamativo no es lo que cuenta sobre su paso por prisión, sino dónde coloca el verdadero golpe de su caída. Cuando Basté le pregunta qué fue lo peor de su estancia en la cárcel, él no duda: lo peor no fueron los muros, ni la soledad, ni la presión mediática. Lo peor fue que la experiencia destruyó su matrimonio con la infanta Cristina.
Con esa frase, cruda, directa, deja a su exmujer en una posición incómoda. No porque la señale o la critique, sino porque expone que, en medio de una tormenta que afectó a toda la Casa Real, la grieta definitiva se abrió dentro de su relación. Y lo reconoce sin dramatismo, pero sin matices que suavicen el impacto.

Un nuevo relato, un nuevo amor y la herida que no se cierra
El relato de Urdangarin continúa con un giro que tensiona aún más la situación: habla abiertamente de su nueva pareja, Ainhoa Armentia, a quien define como “la mujer que me ha amado sin pedir nada a cambio”. Una frase que, inevitablemente, deja en evidencia, aunque sea de forma indirecta, a la infanta Cristina. La contraposición entre ambas figuras coloca a la hija del Rey en un lugar ingrato, casi a la sombra de un amor presentado como puro y sanador.
Todo ello se suma al contexto de un matrimonio roto oficialmente en 2022, tras la publicación de unas fotografías que confirmaron lo que ya se intuía. Urdangarin no ataca, pero su sinceridad abre una narrativa en la que Cristina aparece como víctima colateral de una vida que se desmoronó primero en lo público y luego en lo íntimo.
Ahora, él avanza: prepara un libro, reinventa su futuro como coach deportivo y busca reconstruir su identidad más allá del escándalo. Pero su relato, tan humano como calculado, deja un poso claro: en su intento por explicar su caída y su renacimiento, ha dejado a la infanta Cristina en un lugar delicado, casi inevitablemente “a la altura del betún”. Una consecuencia más de una historia que, pese al tiempo, sigue sin cerrarse del todo.