Iñaki Urdangarin utilizó al rey para engañar a artistas españoles, ganaba 100.000 euros al año

Una historia de influencias, promesas rotas y figuras públicas envueltas en la polémica

Iñaki Urdangarin utilizó al rey para engañar a artistas españoles, ganaba 100.000 euros al año

Iñaki Urdangarin no solo engañó al Estado, también manipuló a artistas de renombre. A través del Instituto Nóos, organización que dirigía junto a su socio Diego Torres, logró convencer a la SGAE de contratar sus servicios bajo promesas de mejorar su imagen. Todo era una farsa. Y detrás de esa fachada, el nombre del rey Juan Carlos I servía como carta de presentación.

Según contaron recientemente Ramoncín y Víctor Manuel, ex miembros de la junta de la SGAE, Nóos se presentó como una entidad seria, con contactos influyentes. Tanto, que Juan Carlos I llegó a ser nombrado Presidente de Honor de la SGAE. Aquello, sin duda, dio apariencia de legitimidad al proyecto. Pero todo era parte del teatro. En realidad, era una cortina de humo para encubrir una estafa que les costó más de 100.000 euros al año.

Iñaki Urdangarin

Artistas engañados, justicia selectiva

Víctor Manuel lo dijo sin rodeos: “Nos tomaron el pelo durante tres años”. Y no es para menos. Durante ese tiempo, la SGAE pagó 300.000 euros al Instituto Nóos, creyendo que estaban invirtiendo en su reputación. Lo que no sabían era que ese dinero acababa engordando el bolsillo de Urdangarin y su socio.

Lo más grave no fue solo el dinero. Fue el uso de la imagen del rey emérito para dar confianza y abrir puertas. Una jugada maestra, pero sucia. El poder de la monarquía se convirtió en un escudo para una operación corrupta. Y aunque muchos miembros de la familia real sabían lo que pasaba, fue Urdangarin quien acabó en prisión. El peón sacrificado. El ejemplo perfecto para fingir que la justicia es igual para todos.

Pero este episodio demostró justo lo contrario. Que si tienes los contactos adecuados, puedes engañar incluso a los más precavidos. Y que, a veces, las instituciones culturales también caen en trampas disfrazadas de promesas nobles.

Este caso dejó claro que, cuando el poder, el dinero y los nombres ilustres se mezclan, incluso el mundo del arte y la cultura puede ser utilizado como instrumento de engaño y manipulación, dejando a sus protagonistas con una amarga sensación de traición y a la sociedad con la duda de si realmente todos somos iguales ante la ley.