Irene Urdangarin no quiere ver a Ainhoa Armentia, pero sí acepta ir de cena con el novio de su madre
Los desplantes a Ainhoa Armentia han sido terribles
Desde que sus padres se separaron, Irene Urdangarin atraviesa un momento decisivo en su vida familiar. Con apenas 19 años, la hija menor de la infanta Cristina y Iñaki Urdangarin ha aprendido a poner límites. Y es que, según personas cercanas al entorno de los exduques de Palma, la joven ha dejado claro que no quiere compartir mesa con Ainhoa Armentia, la pareja actual de su padre.
Y es que cada intento de encuentro ha terminado en desastre. Discusiones, tensiones y un ambiente insoportable hicieron imposible cualquier plan en común. Irene, cuentan, llegó incluso a advertir que prefería levantarse y marcharse antes que soportar una velada incómoda. No se siente cómoda, ni con la situación ni con la presencia de Ainhoa, y ha decidido no forzar lo que para ella es un mal trago.
Irene no perdona lo que hizo Iñaki Urdangarin
De este modo, la relación con su padre ha debido reconfigurarse. Iñaki sabe que su hija necesita tiempo y espacio para gestionar lo ocurrido, y aunque le duele, ha optado por respetar su decisión. En paralelo, Irene mantiene un trato cordial con él, siempre que no aparezcan terceros que le incomoden. Irene todavía culpa a Ainhoa de todo lo que le ha a pasado a su madre y eso va a tardar mucho tiempo en sanar, si es que llega a hacerlo. De modo que hasta nuevo aviso, lo mejor es evitar un nuevo encuentro
La sorpresa llega en el otro lado del tablero. Con el empresario que comparte la vida de su madre desde hace dos años, la actitud de Irene es completamente distinta. Disfruta de las cenas tranquilas, de las charlas relajadas y de la cercanía que transmite ese hombre que, sin querer ocupar ningún lugar, ha logrado hacerse un hueco en su día a día. Para ella, todo fluye sin presiones ni conflictos.
Así pues, mientras algunos vínculos parecen enredarse en malentendidos y viejas heridas, Irene encuentra en su madre y en esa nueva figura un entorno sereno. No hay imposiciones ni tensiones, solo el respeto que ella misma ha pedido. Y eso, para la hija más reservada de Cristina, es lo que marca la diferencia entre quedarse o marcharse de una mesa.
