Irene Urdangarin tiene una adicción incontrolada
Rumores y reproches tras la ruptura con Juan Urquijo
La historia de Irene Urdangarin y Juan Urquijo nació casi por casualidad. Ambos coincidieron en Madrid en uno de esos momentos en que la vida parece abrir caminos inesperados. Irene había decidido tomarse un año sabático tras no superar las pruebas de acceso a la Universidad de Lausana, y en ese paréntesis encontró en Juan una compañía que pronto se transformó en una relación tan intensa como inesperada. Para muchos, fueron la pareja revelación del año: jóvenes, cómplices y con una facilidad sorprendente para encajar en los círculos familiares del otro.
Sin embargo, no todos lo vivieron con la misma ilusión. En la Casa de los Borbón, voces como la de la reina Sofía o la infanta Cristina observaban la relación con prudencia. No dudaban del cariño entre ambos, pero sí de la madurez que exige una historia estable a tan corta edad. Irene, con solo veinte años, tenía aún un mundo entero por descubrir, y su entorno prefería verla centrada en sus estudios y en vivir sus etapas sin prisas.
Aun así, la relación avanzó con fuerza: viajes a Londres, fines de semana compartidos y presencia en eventos familiares que hacían pensar que aquello iba en serio. Por eso sorprendió que, según publicó Hola, la pareja hubiera roto hace un mes. La distancia fue la explicación oficial, pero no la única. Se habló de juventud, de inseguridades y, sobre todo, de una presunta infidelidad que habría quebrado la confianza entre ambos.

Rumores, reproches y la polémica “adicción” que alimenta el conflicto
La ruptura no ha sido, precisamente, cordiales. Personas del entorno aseguran que Juan está profundamente dolido y que ese malestar le ha llevado a compartir comentarios poco favorecedores sobre Irene. Entre ellos, una supuesta “adicción incontrolada” relacionada con su manera de vivir la noche: salidas constantes, fiestas tanto en Madrid como en Reino Unido y poco interés por sus obligaciones académicas.
Estas palabras, difundidas en conversaciones privadas y recogidas después por su entorno, han encendido los ánimos de la infanta Cristina, que no aprueba que se hable así de su hija. Aunque reconoce que Irene atraviesa un periodo complejo, no tolera que se conviertan en juicios públicos lo que solo deberían ser asuntos íntimos.
La relación, que empezó como un torbellino de ilusión, termina ahora envuelta en reproches, rumores y heridas que tardarán en cerrar. Ambos, jóvenes y aún en formación, quizá necesiten distancia para recomponer su rumbo… y su versión de lo sucedido.