Juan Carlos I apartó a su hija cuando confirmó que estaba enganchado al consumo de drogas

Una amistad intensa que hizo saltar las alarmas en la Casa Real

Juan Carlos I apartó a su hija cuando confirmó que estaba enganchado al consumo de drogas

La vida sentimental de la infanta Cristina nunca dejó indiferente a la Casa Real. Aunque su papel institucional era más flexible que el de su hermano Felipe, sus elecciones personales siempre generaron debate interno. Entre las historias que más inquietud causaron a Juan Carlos I hubo una que terminó marcando un antes y un después: su estrecha relación con el waterpolista Jesús Rollán.

Cristina y Rollán conectaron desde el primer momento. Él era carismático, brillante en el deporte y dueño de un magnetismo que desarmaba a quienes lo conocían. Según narran quienes vivieron aquellos años de cerca, la infanta llegó a enamorarse profundamente de él. Sin embargo, la relación nunca llegó a consolidarse porque él tenía pareja. Aun así, se creó entre ambos una amistad sólida, casi inquebrantable, que se mantuvo incluso cuando Cristina inició su historia con Iñaki Urdangarin.

Pero detrás del encanto personal de Rollán había sombras que en Zarzuela inquietaban. Su carácter impulsivo y su gusto por la noche no encajaban con lo que el entorno de la infanta consideraba aconsejable. Episodios como aquel en el que, conduciendo con Cristina por la Diagonal, se saltó varios semáforos en rojo para despistar a los escoltas, activaron todas las alarmas. Su comportamiento, aunque espontáneo, era visto como un riesgo evidente. Y fue entonces cuando Juan Carlos I tomó una decisión firme: apartar a su hija de esa amistad que, según su criterio, podía llevarla a un entorno poco saludable.

Infanta Cristina

El punto de ruptura: la adicción de Rollán

La preocupación del rey emérito no solo venía por la personalidad inquieta del portero de waterpolo. Con el tiempo, Rollán comenzó a mostrar signos evidentes de un problema mayor: su relación con las drogas. Aunque era un deportista extraordinario, su vida personal empezó a desmoronarse entre noches interminables y un círculo social que lo alejaba del equilibrio.

Cuando Juan Carlos confirmó que la adicción de Rollán era real y que incluso sufría brotes psicóticos derivados del consumo, decidió actuar sin titubeos. Para él, la prioridad era proteger a su hija, no solo de un posible escándalo mediático, sino de un vínculo emocional que podía arrastrarla hacia un entorno dañino. Fue una medida dura, pero en su visión, necesaria.

La tragedia posterior de Rollán, marcada por la soledad, la depresión y un descenso emocional que terminó apagando su carrera y su vida, solo reforzó, para Juan Carlos, que había actuado movido por la preocupación paterna.