Juan Carlos I escribía cartas a modelos con faltas de ortografía que avergonzaban a Franco
Un episodio desconocido de la juventud del rey que mezcla romance y errores inesperados
En sus memorias, Juan Carlos I vuelve a ofrecer un retrato personal y poco conocido de su juventud. Entre los episodios más llamativos se encuentra su intento de cortejar a una modelo peruana, Miss Universo, mediante cartas enviadas desde el barco escuela Juan Sebastián Elcano. Lo que en principio eran simples gestos románticos, destinados a mantener el contacto, se convirtieron en una situación inesperada y embarazosa para el joven príncipe.
El destino de esas cartas fue sorprendente: nunca llegaron a la modelo. En cambio, terminaron en manos de Francisco Franco, quien no dudó en comentar el contenido. Según relata Juan Carlos, el dictador quedó perplejo ante la cantidad de faltas de ortografía que contenían los mensajes. Lo que para el príncipe era una muestra de afecto y entusiasmo juvenil, para Franco se convirtió en motivo de corrección y crítica. La anécdota, contada con un toque de humor en sus memorias, deja ver un lado humano del futuro rey: un joven enamorado, torpe y consciente de que incluso sus gestos más íntimos podían ser observados y juzgados por el poder.

Más que un desliz ortográfico: la juventud de un príncipe
Este episodio, más allá de la sorpresa que provoca, permite comprender la complejidad de la juventud de Juan Carlos I. No se trata únicamente de un error de redacción, sino de un joven que intentaba explorar sus emociones y relaciones afectivas mientras navegaba en un entorno lleno de restricciones políticas y vigilancia. Que sus cartas fueran corregidas por Franco añade una dimensión irónica: la autoridad del régimen se cruzaba con la intimidad de un príncipe, convirtiéndose en un curioso contrapunto entre la vida privada y la política.
Además, estas cartas reflejan la relación ambivalente del príncipe con el dictador: respeto, aprendizaje y cierta incomodidad convivían en cada gesto. La juventud de Juan Carlos aparece marcada por esta tensión constante entre deseo y disciplina, entre impulso personal y responsabilidad histórica. Las cartas mal escritas, que podrían parecer anecdóticas, se convierten así en una ventana a su carácter: alguien que cometía errores, sentía, aprendía y, sobre todo, mostraba humanidad en medio de un contexto muy rígido y exigente.