Juan Carlos I ha empezado a olvidar los nombres de amigos
Las capacidades cognitivas del emérito están bajo mínimos
El estado de salud de Juan Carlos I se ha convertido en uno de los mayores motivos de preocupación dentro de la Casa Real. A sus 87 años, el emérito no solo arrastra problemas físicos muy serios, sino que también atraviesa un deterioro cognitivo que alarma a su entorno. Según ha revelado José Antonio Zarzalejos, el exrey ha comenzado a sufrir lapsus de memoria cada vez más frecuentes, hasta el punto de olvidar los nombres de amigos de toda la vida. En Zarzuela lo saben bien: el avance de estos síntomas es imparable y el futuro se presenta sombrío.
La realidad es que el padre de Felipe VI ya no es el hombre que fue. Su memoria prodigiosa, aquella que le permitía recordar con detalle rostros, fechas y episodios de décadas atrás, se ha visto golpeada de lleno. Ahora los olvidos son constantes y el desconcierto crece a su alrededor. No se trata de un despiste pasajero, sino de un patrón que se agrava con el paso de los meses y que refleja un deterioro profundo.

Juan Carlos I necesita una vida completamente adaptada
Físicamente, la situación tampoco acompaña. Los dolores en la cadera y en las piernas lo han dejado prácticamente fuera de combate. Apenas puede moverse y depende de una silla de ruedas, alternada con el bastón en sus escasas apariciones públicas. Sus residencias en Abu Dabi ya han tenido que ser adaptadas con rampas y barandillas, un signo claro de la dependencia que marca su día a día. El problema es que el emérito no soporta esa sensación de derrota, de saberse incapaz, de sentirse un rey caído en su propia fragilidad.
Y es que en su entorno confirman que el aspecto anímico es devastador. Juan Carlos I se encuentra mentalmente derrumbado. Quienes lo tratan de cerca aseguran que cuesta reconocer en él a aquel monarca que un día simbolizó fortaleza. Ahora los silencios pesan más que las palabras y las ausencias de memoria se han convertido en el signo más doloroso de su declive.
Así pues, la preocupación en Zarzuela es total. Nadie se atreve a pronosticar hasta dónde llegará este deterioro, pero todos temen que el proceso avance más rápido de lo esperado. El emérito lucha contra su propio olvido, atrapado en un presente frágil que lo muestra derrotado física y mentalmente.