La Guardia Civil recogía a las amantes que Juan Carlos I tiraba por la borda del Fortuna
El emérito sabía qué hacer para que Sofía nunca lo cazara
El matrimonio entre Juan Carlos I y la reina Sofía es la historia de un fracaso más que anunciado. La pareja que formaron siempre vino forzada por los intereses de sus familiares y del entorno de la Casa Real. Nunca porque entre ambos hubiera ningún tipo de vínculo sentimental. De hecho, el odio siempre ha sido mucho más característico en ellos, ni él la respetó nunca, ni ella soportó nada de lo que Juan Carlos I entendía como su estilo de vida. Lo que acabó provocando que Sofía acabara obsesionada con cazar a Juan Carlos I mientras estaba con sus amantes en los más que conocidos yates que tenía en Mallorca.
Las mujeres siempre han sido la gran debilidad del que fuera Rey de España. Juan Carlos I hacía lo que hiciera falta para pasar noches de pasión infinitas con todas las mujeres que le gustaban. Le daba igual si eran modelos, estrellas de televisión, chicas de un catálogo de acompañantes o plebeyas. Si le gustaban las quería con él. Eso lo llevó a tener grandes fiestas en alta mar. Especialmente en la costa de Mallorca, donde se sentía libre y sin la sensación de tener que esconderse de nadie. Ni de Sofía.

La Guardia Civil, cómplice de Juan Carlos I
Según cuentan los paparazzis que trataban de seguir al emérito, solo las paredes del yate Fortuna saben todo lo que hacía Juan Carlos I ahí dentro. Bueno, y sus amantes también saben parte de la historia. Algo que la Reina Sofía desconoce, ya que en varias ocasiones habría tratado de llegar en lancha al Fortuna para cazar a su marido. Sin embargo, nunca lo consiguió. Y es que si algo se le debía bien a Don Juan Carlos, era esconder a sus amantes cuando había riesgo de que alguien lo cazara.
Todo era gracias a la Guardia Civil, que, dicho mal y pronto, se encargaba de recoger a aquellas mujeres que el emérito tiraba por la borda del Fortuna, las dejaba en manos de los civiles, para que fueran ellos los encargados de devolverlas a tierra firme sin que Sofía viera nada.
Así pues, Juan Carlos I siempre fue capaz de arreglárselas para evitar que su esposa lo cazara mientras se estaba viendo con sus amantes. Algo que frustró, y mucho, a la emérita.