La infanta Cristina cuenta a sus hijos que los médicos no le dan más de un año de vida
La infanta Cristina sabe que su madre lo pasa muy mal

La infanta Cristina ha tomado una decisión que ha sorprendido a muchos: quiere pasar más tiempo en Barcelona. Se ha hecho con una residencia discreta, sin grandes alardes, pero con un objetivo muy claro. No se trata solo de acortar distancias con sus hijos. Ni siquiera de huir de la soledad de Ginebra. Cristina necesita estar cerca de su madre. Porque lo que se vive ahora mismo en Zarzuela es una cuenta atrás. Y ella lo sabe.
Y es que cada visita a palacio es un mazazo. Irene de Grecia, la tía Pecu, la mujer que fue como una segunda madre para los Borbón, se está apagando. Lo hace sin ruido, pero sin pausa. Hace ya tiempo que no reconoce las caras. Apenas habla. Apenas se mueve. Su deterioro es brutal. La reina Sofía, su hermana, no lo está soportando. Llora en silencio, se encierra, come poco y duerme menos. El dolor le atraviesa el alma.
Cristina asume el trágico final
De este modo, Cristina ha decidido dar un paso al frente. Quiere estar presente. Quiere sostener a su madre, aunque sea en silencio. Porque la situación es tan dura como irreversible. Los médicos han sido claros: Irene ya no caminará, pronto tampoco podrá tragar. Lo que viene es solo declive. Una despedida lenta y cruel.
La reina Sofía ha pedido mantener la intimidad, pero en Zarzuela todo el mundo percibe que la tristeza ha tomado el control. Felipe, Elena y Cristina se han reunido varias veces para decidir cómo acompañar estos últimos meses. Y Cristina, la más sensible, se ha venido abajo más de una vez. Ha llorado con sus hijos, les ha explicado el panorama, les ha dicho que su abuela no está bien, que su tía se va, y que la familia se está quebrando.
No es solo la enfermedad. Es el peso de los años, el silencio de los salones, los recuerdos que ya no regresan. Cristina llora también por eso. Por todo lo que se ha perdido. Por todo lo que nunca volverá.
Así pues, su regreso a Barcelona no es solo logístico. Es emocional. Porque esta vez, más que nunca, quiere estar cerca. Y no dejar que la familia se deshaga sin más, como un castillo de arena entre las manos.