La infanta Cristina, enamorada de un amigo íntimo de su hermano
Cristina, en su juventud, acabó perdidamente enamorada
Hay episodios en la vida de la infanta Cristina que no aparecen en los libros oficiales ni en los comunicados de palacio, pero que marcaron su juventud de manera silenciosa. Mucho antes de convertirse en esposa, madre y figura cuestionada por la opinión pública, Cristina vivió un sentimiento intenso hacia alguien muy cercano: Fernando León, regatista brillante y amigo íntimo de su hermano, el hoy rey Felipe VI.
Lejos de los focos y de la presión mediática, aquella atracción nació en un contexto de normalidad, cuando la familia aún podía disfrutar de ciertos espacios privados. Fernando compartía con Felipe la pasión por la vela, lo que lo convertía en un rostro habitual tanto en competiciones deportivas como en los veranos familiares. En ese ambiente relajado, la infanta descubrió en él algo más que la camaradería propia de un amigo de su hermano.

Un amor entre bambalinas
Y es que, según quienes vivieron de cerca aquella etapa, Cristina sentía por Fernando un cariño profundo, sincero, de esos que marcan la memoria aunque nunca se traduzcan en una relación oficial. No hubo fotografías, ni comunicados, ni confirmaciones. Lo suyo fue un vínculo discreto, casi secreto, que se movía entre la ilusión juvenil y la prudencia que exigía el apellido Borbón.
El tiempo, sin embargo, impuso su propia dirección. Cristina terminaría uniendo su vida a Iñaki Urdangarin, con quien protagonizó una de las historias más mediáticas y controvertidas de la monarquía reciente. Por su parte, Fernando continuó dedicado al mar, construyendo una carrera deportiva impecable que lo llevó a lo más alto de la vela olímpica. Dos caminos distintos que, poco a poco, sepultaron aquella conexión que alguna vez existió en silencio.
Así pues, aquella historia quedó en el terreno del recuerdo, como un capítulo íntimo que refleja la cara más desconocida de la infanta. Un amor de juventud, sincero y fugaz, que nunca pasó de la confidencia pero que demuestra que incluso quienes nacen bajo el peso de una corona conocen de cerca la fuerza de los sentimientos. Un secreto del corazón que hoy resuena como un eco lejano en la vida de Cristina de Borbón.