La infanta Cristina interrumpe su vida en Ginebra por petición de su hermano

Cristina cuidará de la salud de su madre

La infanta Cristina interrumpe su vida en Ginebra por petición de su hermano

La infanta Cristina vive un momento de repliegue y de replanteamiento silencioso. Tras años instalada en Ginebra, lejos del tumulto español y del ojo mediático, su hogar suizo se ha convertido en un espacio casi desierto: los cuatro hijos ya han volado del nido y la casa, amplia y luminosa, se siente más fría que nunca. La rutina de su vida profesional y familiar en Suiza empieza a verse interrumpida por un llamado más profundo: el cuidado de su madre, la reina Sofía, y la presencia imprescindible de su tía Irene de Grecia.

En paralelo, la infanta ha invertido tiempo y recursos en Barcelona. En 2024 adquirió un piso en Pedralbes, donde las reformas avanzan bajo la supervisión de su hijo Pablo. Cada detalle se revisa con mimo, desde derribar paredes hasta seleccionar materiales, como si la vivienda no fuera solo ladrillos y techos, sino un símbolo de arraigo y futuro. Esta casa, valorada en unos dos millones de euros, representa un retorno a España más silencioso que mediático, un espacio para equilibrar vida familiar y obligaciones.

Cris

Cristina pone por delante a su madre

La dualidad entre Suiza y España se intensifica por razones fiscales y emocionales. Mientras conserve su residencia en Ginebra, ciertos legados, como los del rey emérito Juan Carlos I, podrían no tributar en Hacienda. Pero el peso emocional de Zarzuela es cada vez más fuerte. El deterioro de Irene de Grecia y el avance de la edad de la reina Sofía han hecho que Cristina comience a priorizar viajes a Madrid y estancias más prolongadas en la capital para acompañar a su familia.

El verano de 2025 sirvió de alerta: la ausencia de Irene y Sofía en Mallorca puso en evidencia que las prioridades familiares no pueden esperar. Desde entonces, Cristina alterna entre Madrid y Barcelona, combinando discreción con la necesidad de cuidar de su madre y de su tía. A sus 60 años, ha aprendido a moverse con prudencia, manteniendo su perfil bajo, comprometida con la Fundación La Caixa y la Aga Khan Development Network, mientras organiza su vida entre Ginebra y España.

Hoy, la infanta Cristina no escapa del pasado ni de la prensa; se enfrenta a sus obligaciones con una serenidad cultivada durante años de controversia. Cada viaje a Madrid, cada estancia en Barcelona, revela un mapa emocional tejido entre deber, afecto familiar y el anhelo de recuperar la cercanía con su hogar y los suyos. La vida en Suiza ya no es suficiente: es tiempo de volver a casa, aunque sea por el peso del corazón y la familia.