La infanta Elena tiene un complicado, sus novios la dejaban, solo Jaime de Marichalar aceptó por interés
Los retos del corazón de la infanta Elena entre romances y compromisos
Desde hace años, la vida sentimental de la infanta Elena ha sido un misterio lleno de rumores y susurros palaciegos. Ser la primogénita del rey Juan Carlos I no la hizo inmune a los problemas amorosos. Al contrario, su carácter fuerte y su personalidad intensa ahuyentaron a muchos pretendientes. Algunos la describen como autoritaria, impulsiva y con un temperamento difícil de manejar. Para algunos era fascinante; para otros, un muro infranqueable.
Infanta Elena y su historial amoroso: más rupturas que conquistas
Antes de convertirse en duquesa de Lugo, Elena ya tenía fama en los círculos aristocráticos de Madrid. Sus novios, en su mayoría, no pudieron soportar su estilo de vida rígido ni sus exigencias de devoción total. La presión de la Casa Real, la vida estructurada y el protocolo tampoco ayudaban. Cayetano Martínez de Irujo, uno de sus romances más comentados, admitió públicamente que salir con ella era “una experiencia insostenible”. Muchos hombres, tras intentarlo, optaron por alejarse. Ninguno logró mantenerse a su lado… hasta que apareció Jaime de Marichalar.
Marichalar no se enamoró de Elena por pasión. Según allegados, su interés estaba en la oportunidad que representaba entrar en la familia real. Pagaba de su bolsillo viajes, cenas y regalos, sin esperar cariño a cambio. Su objetivo era claro: conseguir un apellido ilustre y acercarse a la Corona.

Un matrimonio por conveniencia: Marichalar pagó el precio del apellido
La boda se celebró en 1995 con gran esplendor. Sin embargo, la chispa entre ellos nunca fue evidente. Jaime cumplía con su papel de marido, asistía a eventos y posaba para fotos, pero la intimidad y la cercanía emocional brillaban por su ausencia. Con el tiempo, la tensión y la frialdad se hicieron insostenibles.
El divorcio llegó en 2009, tras más de una década de convivencia marcada por el silencio. Para Marichalar, su ambición tuvo un alto coste emocional. Para Elena, la lección fue clara: su carácter y estilo de vida no cambiaban por nadie. Desde entonces, ha llevado una vida discreta y apartada de los escándalos. Ninguno ha vuelto a casarse. Elena sigue siendo reservada y Jaime no encontró otro apellido más ilustre. La historia de la infanta demuestra que, a veces, el amor se cruza con el interés… y no siempre gana el corazón.