La infanta Elena tiene un nuevo trabajo, se lo ha buscado su hermano, es temporal, pero quieren que se quede
Un inesperado giro en su agenda pública que nadie veía venir
La vida pública de la infanta Elena vuelve a moverse. Durante años, su presencia en la agenda oficial fue mínima, casi invisible. Aceptó sin dramatismos el cambio de estatus que la situaba fuera del núcleo de la Familia Real y limitaba su papel institucional. Mantuvo su perfil bajo con la discreción que siempre la ha caracterizado. Sin embargo, en los últimos meses algo ha cambiado.
Felipe VI, consciente del peso que aún recae sobre la reina Sofía, cada vez más mayor pero todavía incansable, ha comenzado a apoyarse en su hermana mayor para ciertos actos. No es un “regreso oficial”, pero sí un gesto claro: la infanta Elena vuelve a ser útil, vuelve a ocupar un lugar. El encargo es temporal, pensado para cubrir espacios puntuales mientras doña Sofía reduce su actividad progresivamente.
Además, la presencia de la infanta se vuelve estratégica en un momento en el que la princesa Leonor sigue en plena formación militar y académica, y la infanta Sofía aún es menor de edad. Ambas tardarán en asumir un volumen mayor de compromisos. Hasta entonces, Elena aparece como un puente natural dentro de la propia familia: alguien que conoce el protocolo, que entiende el ritmo, y que tiene experiencia suficiente para mantener la imagen de continuidad.

Más cercana, más presente y más espontánea
Este nuevo papel no solo ha incrementado su agenda, sino que también ha transformado su actitud en público. La infanta Elena, que antaño se mostraba rígida y distante con la prensa, ahora sorprende por su cercanía. En actos recientes, homenajes, inauguraciones o eventos sociales vinculados a Mapfre, donde colabora desde hace años, se ha dejado ver relajada, amable y hasta divertida.
Sus apariciones ya no están tan filtradas ni escondidas. La seguridad que la acompaña sigue siendo discreta, pero permite el contacto directo con ciudadanos que quieren saludarla o enviar mensajes al Rey emérito. En Sevilla, en Madrid, o incluso en reuniones privadas, Elena se ha mostrado cómoda entre premiados, organizadores y periodistas. Ha compartido charlas informales, brindado con cerveza y roto esa barrera casi ceremonial que la separaba del resto.
Este cambio no pasa desapercibido en Zarzuela. Aunque su “nuevo trabajo” nació como algo temporal, son muchos los que piensan que su presencia podría consolidarse. Porque aporta experiencia, humanidad y un toque de espontaneidad que, hoy por hoy, cae bien y suma.