La reina Sofía está cada vez peor, ni come ni duerme, llora mucho y vive encerrada en Zarzuela

Están siendo los peores días de la reina Sofía

La reina Sofía está cada vez peor, ni come ni duerme, llora mucho y vive encerrada en Zarzuela

La reina Sofía atraviesa el que probablemente sea uno de los momentos más oscuros de su vida. La enfermedad de su hermana, Irene de Grecia, quien sufre Alzheimer en un estado tan avanzado que ya ni siquiera reconoce a sus seres queridos, ha dejado completamente devastada a la emérita. Sofía pasa horas llorando en soledad en sus habitaciones de Zarzuela, sin fuerzas para levantarse de la cama y sin ganas de comer, hundida en una tristeza que la consume día tras día.

Este verano, ni siquiera quería viajar a Marivent. La idea de regresar a Mallorca, un lugar que antes era sinónimo de calma, ahora le provoca más ansiedad que alivio. Han tenido que ser sus propios hijos quienes la empujaran a aceptar este traslado para intentar que desconecte, aunque la emérita lo hace sin ilusión, sintiéndose incapaz de disfrutar de unas semanas que antes esperaba con entusiasmo.

Quienes la conocen bien confirman que la madre de Felipe VI vive prácticamente recluida en Zarzuela. Ya no sale por Madrid ni se deja ver en encuentros sociales como antes, y solo acude a actos públicos cuando no le queda más remedio. El resto del tiempo lo pasa encerrada, con la mirada perdida y el ánimo completamente apagado.

Sofia

La reina Sofía vive con un gran dolor emocional

El insomnio también se ha convertido en su peor enemigo. Ver a Irene en ese estado de desconexión total, sin reconocerla cuando la visita, le provoca una angustia que no le permite conciliar el sueño. Las noches de Sofía son largas, llenas de pensamientos oscuros y lágrimas silenciosas, mientras se enfrenta al dolor de ver cómo su hermana se apaga sin remedio.

A esta pesadilla personal se le suma el miedo constante a las posibles revelaciones de Corinna Larsen, que amenazan con destapar nuevos escándalos de Juan Carlos I y agitar aún más a una familia que ya se siente rota. Este temor ha disparado la ansiedad de Sofía, que vive con el miedo permanente de que cualquier movimiento judicial o mediático acabe de quebrar la poca estabilidad que le queda.

Así pues, la reina Sofía afronta un verano marcado por la tristeza, sin apetito, sin descanso y con el alma rota. Zarzuela, lejos de ser un refugio de paz, se ha convertido en una jaula donde la emérita vive aislada, sin apenas contacto con el exterior y con un único pensamiento que le atormenta: ver cómo su hermana Irene se apaga sin reconocer ni a quienes más la quieren.