La reina Sofía ha tomado una decisión que ha sorprendido a muchos. A pesar de su posición en la Casa Real española y las costumbres que dictan que los miembros de la familia real sean enterrados en el Panteón de los Reyes de El Escorial, Sofía ha expresado que no desea descansar allí junto a su esposo, el rey Juan Carlos I. Esta solicitud no solo ha generado revuelo, sino que también refleja una visión más personal y alejada de los protocolos tradicionales.
El deseo de conectar con sus raíces
Sofía ha declarado que prefiere ser incinerada y que sus cenizas sean esparcidas en el mar Egeo, en Grecia, su tierra natal. Este deseo tiene una carga emocional profunda, pues conecta con sus recuerdos de infancia y su identidad helena. A lo largo de los años, la reina ha mantenido una relación estrecha con su país de origen, y esta última voluntad parece ser una forma de rendir homenaje a sus raíces y a la historia personal que la define. Mientras que el rey emérito sigue aferrado a la tradición, Sofía ha optado por una despedida más íntima, lejos de las grandes ceremonias.

Un contraste con Juan Carlos I
La decisión de Sofía contrasta claramente con los deseos de su marido, Juan Carlos I, quien aún aspira a ser enterrado de acuerdo con las tradiciones de la monarquía española en El Escorial. A pesar de los escándalos que han marcado su reinado, el rey emérito desea un funeral solemne que lo vincule con la grandeza histórica de los monarcas que lo precedieron. En cambio, Sofía ha elegido una ceremonia más sencilla y cercana, reafirmando su carácter discreto y su deseo de estar en paz con sus propios recuerdos.
Con esta decisión, la reina Sofía deja claro que su legado no se encuentra en el Panteón de los Reyes, sino en su conexión con Grecia y en la serenidad que desea para su descanso eterno. Sofía ha tomado una decisión que refleja su independencia y su deseo de ser recordada por su humildad, lejos de los fastos y las expectativas de la tradición monárquica.