La tía Pecu empeora de gravedad y la reina Sofía prepara a la familia para un desenlace fatal

La evolución de Irene de Grecia no da lugar al optimismo

La tía Pecu empeora de gravedad y la reina Sofía prepara a la familia para un desenlace fatal

En Zarzuela se respira un silencio pesado, roto solo por las llamadas que actualizan un parte médico cada vez más desalentador. Irene de Grecia, la inseparable “tía Pecu” de la reina Sofía, empeora de forma irreversible. Los médicos ya no hablan de recuperación. Hablan de tiempo. Y ese tiempo es cada vez más corto.

Este verano, Sofía no quería pisar Marivent. Su lugar, decía, estaba al lado de su hermana. Felipe VI insistió en que asistiera a la recepción oficial del 4 de agosto y ella aceptó, pero solo por unas horas. Menos de dos días después, volvió a Madrid. Allí, la escena fue un golpe: Irene apenas se mueve, no reconoce rostros, vive atrapada en un silencio sin retorno. La mujer que fue un apoyo constante para los hijos de Sofía, hoy es apenas un suspiro.

Irene

La reina Sofía solo quiere estar con su hermana

De este modo, la reina emérita ha pasado de aplazar compromisos a preparar lo inevitable. Los médicos han sido claros: “No le queda más de un año”. La familia, aunque destrozada, ya no se engaña. En palacio, las conversaciones han cambiado de tono: ya no se habla de cuidados, sino de despedidas. Se han iniciado los preparativos discretos para un funeral que cumplirá la voluntad de Irene: ser enterrada en Grecia, junto a sus padres y su hermano, el rey Constantino.

La realidad es que todo está ya previsto. Transporte, seguridad, ceremonia… todo en silencio, sin anuncios, sin improvisaciones. La despedida será sencilla, de carácter griego y estrictamente familiar. Un plan acordado con Sofía, que se aferra a la idea de cumplir hasta el último deseo de su hermana.

Así pues, cada minuto que pasa junto a Irene se ha convertido en un tesoro. Sofía llora en privado, consciente de que pronto ese silencio será definitivo. Mientras, el rey recibe cada actualización con el corazón encogido, sabiendo que lo que se acerca es inevitable. En Zarzuela todos lo sienten: el final está cerca, y la familia real se prepara, con la serenidad que dan los protocolos… y la tristeza que deja la ausencia que todavía no ha llegado, pero que ya se siente en cada rincón del palacio.