Leonor está bajo tratamiento por la misma adicción que Letizia

A Leonor se le ha pegado el problema de su madre

Leonor está bajo tratamiento por la misma adicción que Letizia

Ni el viento del Atlántico, ni las olas del Pacífico. Ahora, lo que rodea a la princesa Leonor son los muros firmes de la Escuela Naval Militar de Marín, donde ha retomado su formación militar tras culminar la experiencia más dura –y transformadora– de su vida. La heredera al trono ha dejado atrás el legendario buque escuela Juan Sebastián Elcano, con el que cruzó medio mundo, y se enfrenta de nuevo a la rutina férrea, el estudio exigente y la presión de saberse observada en cada paso.

Y es que, aunque ya no esté en alta mar, el foco sigue posado sobre ella. Su paso por Montevideo, justo antes de abandonar el barco, dejó más preguntas que respuestas. Porque, más allá de los saludos institucionales, hubo una noche. Una salida discreta con sus compañeros de promoción. Una escapada que, como tantas en Zaragoza, evidenció que Leonor no es ajena a los códigos de su generación. A los vapeadores, tampoco.

Leonor

Leonor no es capaz de mantener unas buenas costumbres

La realidad es que, según testigos presenciales, Leonor fue vista vapeando durante esa noche de ocio. Lo hacía con naturalidad, como cualquier otra joven de su edad. Pero no es cualquier joven. Es la futura reina. Y los escoltas que la rodeaban lo sabían bien. En cuanto uno de los presentes intentó inmortalizar la escena, intervino la seguridad. La imagen nunca vio la luz. Fue borrada. Ocultada. Como ya ocurrió años atrás con Letizia, cuando su hábito secreto salió a la superficie.

De este modo, todo apunta a que la princesa de Asturias estaría repitiendo el patrón. Una forma de liberar tensiones, dicen. De lidiar con la presión constante, el aislamiento en el barco, la rigidez del protocolo. Algo que en su entorno más próximo, empezando por Felipe VI y Letizia, preocupa. Y molesta.

Así pues, el regreso a Marín no ha calmado el murmullo. La imagen cuidada de Leonor como alumna ejemplar convive con una realidad más humana, más adolescente. Y es que ni el uniforme ni la corona la aíslan del mundo real. Al contrario. Cada paso, cada gesto, cada hábito –aunque se oculte tras el humo de un vapeador–, la expone aún más.