Los novios de Felipe VI, chicos hasta 30 años más jóvenes, lleva una doble vida desde la adolescencia
Felipe VI ha estado escondiendo su verdadera forma de ser
La vida de Felipe VI nunca ha sido la de un monarca de cuento. Detrás de la fachada de sobriedad y responsabilidad institucional, se esconde una realidad marcada por engaños, pactos ocultos y una convivencia matrimonial que poco tiene de idílica. La relación con Letizia Ortiz se ha descrito en múltiples ocasiones como un acuerdo frío, sin rastro de la complicidad que se espera de una pareja real. Diversas voces cercanas al entorno de Zarzuela lo han comparado con un equipo de trabajo: cumplen juntos con lo estrictamente necesario en público, pero en privado viven en universos separados.
Y es que el matrimonio nunca estuvo libre de sospechas. La reina Letizia ha sido señalada en reiteradas ocasiones por mantener romances paralelos, entre ellos el más conocido con Jaime del Burgo, quien incluso llegó a narrar episodios íntimos que dejaron a España conmocionada. Infidelidades que no hicieron tambalear únicamente a la pareja, sino que expusieron la fragilidad de una unión que, desde el inicio, estuvo construida sobre intereses y conveniencias.

Los hombres, el gran secreto de Felipe VI
Pero el rey tampoco ha permanecido al margen de las sombras. En los pasillos de la realeza se susurra desde hace años que la figura de Letizia sirvió para encubrir lo que nunca podría salir a la luz: la verdadera orientación del monarca. Autores como Maica Vasco y Joaquín Abad han señalado que Felipe VI siente una especial atracción hacia los hombres, algo que habría provocado auténticos quebraderos de cabeza en la Casa Real.
De hecho, se habla incluso de un nombre que marcó profundamente su vida: Charles, el único con quien habría mantenido una relación sentimental seria. Más allá de él, las historias de encuentros discretos con jóvenes mucho menores que el monarca han circulado en los círculos más íntimos, siempre bajo un silencio absoluto impuesto por Zarzuela. Una doble vida cuidadosamente orquestada, donde cada movimiento quedaba calculado para no poner en riesgo la imagen del heredero convertido en rey.
Así pues, lo que se proyecta como una monarquía estable es, en realidad, un tablero de equilibrios frágiles, donde Felipe VI aparece atrapado entre un matrimonio roto y los secretos más íntimos de su vida personal. Secretos que, de salir a la luz con pruebas irrebatibles, podrían cambiar para siempre la percepción de un monarca que nunca logró ser dueño absoluto de su destino.