Meghan Markle y el Príncipe Harry saben que no podrán vivir mucho más tiempo en Estados Unidos

Donald Trump se ha posicionado muy en contra de los Duques de Sussex

Meghan Markle y el Príncipe Harry saben que no podrán vivir mucho más tiempo en Estados Unidos

Lo que debía ser una simple reunión política acabó convertido en un nuevo episodio de tensión internacional. Y es que Donald Trump, fiel a su estilo provocador, volvió a cargar —sin nombrarlos, pero sin dejar lugar a dudas— contra los eternos señalados de la Casa Real británica: el príncipe Harry y Meghan Markle. Esta vez lo hizo desde su bastión escocés, el lujoso campo Trump Turnberry, donde recibió al nuevo primer ministro Keir Starmer.

La realidad es que, entre halagos a Carlos III, Camila Parker-Bowles y “los demás”, Trump deslizó una frase con veneno: “Son personas maravillosas. Realmente maravillosas. Y en ese sentido, creo que el Reino Unido tiene mucha suerte; puede haber gente que no fuera tan buena gente”. El dardo, afilado, voló directo hacia los duques de Sussex, exiliados en Montecito y todavía en el centro de todas las controversias por sus relaciones con la Casa Real de Gran Bretaña.

Trump

Meghan Markle se ganó el odio de Donald Trump

Y es que Trump no olvida. Ni perdona. Desde que Meghan Markle cuestionó su candidatura en 2016, la animadversión ha sido pública, creciente y peligrosa. El expresidente ha llegado a tildarla de “desagradable” y no ha dudado en culparla de haber arrastrado a Harry lejos del “sistema”, traicionando así a la difunta Isabel II. Pero ahora, el fuego cruzado toma otro tono: uno legal. Y potencialmente devastador.

De este modo, el magnate ya ha dejado caer que, si llegara a la Casa Blanca, no le temblaría el pulso al revisar el estatus migratorio del príncipe. Lo insinuó con ironía cruel: “Ya tiene suficientes problemas con su esposa. Es terrible”. Pero tras esas palabras se esconde una amenaza muy real: la posibilidad de deportación si se demuestra que Harry mintió sobre su historial de drogas al pedir la visa estadounidense.

Así pues, aunque Harry respondió con elegancia desde Canadá, en los Juegos Invictus, hablando de “debilidad moral” y “resiliencia ante la injusticia”, el mensaje fue claro. La guerra ha comenzado. Y esta vez, no es entre tabloides. Es contra el político más imprevisible del planeta. Y bajo esa sombra, Meghan y Harry saben que su estabilidad pende de un hilo.