Miguel Urdangarin y sus hermanos se van sin pasar por caja por órdenes de no cobrar a ningún Borbón
Un comportamiento que vuelve a situar a la familia en el centro de la conversación pública
Una nueva controversia vuelve a situar a la familia real española en el centro del debate público. En esta ocasión, las miradas apuntan a Miguel Urdangarin y a sus hermanos, hijos de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, a quienes diversas fuentes atribuyen un comportamiento cuanto menos polémico en establecimientos de alto nivel. Según estas informaciones, los jóvenes habrían normalizado el hecho de marcharse sin pagar en determinados locales amparándose en su apellido y en una supuesta consigna no escrita: a los Borbón no se les pasa la cuenta.
Relatos procedentes de entornos cercanos a estos círculos describen una dinámica repetida en restaurantes, hoteles y comercios exclusivos. Los hermanos Urdangarin acudirían como clientes discretos y, llegado el momento de pagar, dejarían claro quiénes son. A partir de ahí, el cobro desaparecería de la ecuación. No siempre de forma explícita, pero sí con la seguridad de que alguien, en algún nivel, se hará cargo. Esta práctica habría sido asumida con naturalidad tanto por ellos como por ciertos establecimientos acostumbrados a tratar con miembros de la élite.
Lo más llamativo es que este tipo de situaciones no serían algo aislado ni exclusivo de los más jóvenes. La sensación de privilegio ligado al apellido parece formar parte de una herencia silenciosa dentro de la familia. Un trato diferencial que, lejos de esconderse, se habría convertido en una costumbre aceptada en determinados ambientes.

El silencio institucional y el debate sobre los privilegios
Estas informaciones han reabierto una vieja discusión: hasta qué punto los miembros de la familia real, incluso aquellos sin funciones institucionales, siguen disfrutando de ventajas que chocan frontalmente con la idea de igualdad. El caso de Juan Carlos I suele ponerse como ejemplo recurrente. Diversas voces expertas en la crónica social han señalado en más de una ocasión que el rey emérito ha gozado durante años de estancias, servicios y lujos sin coste alguno, cortesía de amistades influyentes y grandes fortunas internacionales.
Este contexto hace que las conductas atribuidas a Miguel Urdangarin y sus hermanos no sorprendan a muchos. Para los críticos de la monarquía, estas prácticas refuerzan la imagen de una institución desconectada de la realidad cotidiana de los ciudadanos. Para otros, se trata simplemente de los privilegios inherentes a una posición social excepcional, asumidos con mayor o menor discreción.